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MARCHA A FAVOR DE LA NORMALIZACIÓN DE LAS RELACIONES CON CUBA EN LA HABANA/FOTO; GRANMA

Barrio habanero

Cuba suele generar controversia en la región, pero a la vez mucha simpatía. Es una parte entrañable e ineludible del barrio latinoamericano.

Publicado: 2015-08-01

Por fin, muchos años después, Estados Unidos y Cuba han decidido volver a tenderse puentes a nivel de embajadas, con cierto puchero en el rostro, pero convencidos de que el distanciamiento era un absurdo gestado en la enfebrecida Guerra Fría. Como se ha sentenciado in extremis en las últimas semanas, al aceptar esto Washington se reconcilia también con toda América Latina.

No es una afirmación al paso, sino una realidad palpable en las calles y los ámbitos del poder de la región. Desde que triunfa la Revolución Cubana, en 1959, las simpatías hacia la isla levantisca cundieron, principalmente en la izquierda de todo linaje, aunque a la vez en una vasta cantidad de gente que, sin ser militante de nada, veía con interés a los barbudos de Sierra Maestra.

Un claoscuro caribeño

La figura mítica de Ernesto ‘Che’ Guevara, ese argentino de las pampas que llegó a ser un tropical revolucionario, contribuyó a extender la popularidad de Cuba en el barrio latinoamericano. Por entonces, algunas guerrillas asomaban por Centroamérica y Sudamérica, y aunque la pradera no estaba incendiada, flotaba en varios países un viento utópico.

Con los años, estallaron verdaderas guerras civiles en Guatemala, El Salvador y Nicaragua, que hicieron pensar en que el proceso cubano no era una excepción. En otros países –como Colombia, Argentina, Uruguay o Perú- también surgieron movimientos que, en algún momento de lucidez o desvarío, vieron a Fidel Castro y sus huestes como su referente central.

Sólo en Nicaragua se llegó a un desenlace similar, recién 20 años después, en 1979, y nunca fue un secreto que había una conexión directa de los sandinistas con La Habana. Pero para ese momento la medianamente recorrida Revolución Cubana ya cargaba con el pasivo de excomuniones políticas y abusos, lo que iba amenguando el sueño revolucionario de antaño.

En todo ese tiempo, sin embargo, el afecto por Cuba, con sus luces soberanas y sus sombras autocráticas, nunca se apagó. Siempre generaron admiración sus índices respetables en educación o salud. Los continuos informes de UNICEF que sitúan a la isla como el único territorio libre de desnutrición infantil en América Latina producen envidia, sino desconcierto.

Asombra, incluso, que esos niveles no se hayan pulverizado totalmente tras la caída de la URSS en 1991. En el terreno deportivo ocurre algo parecido. La isla sin zapatillas de marca acumula medallas olímpicas, tiene campeones en varias disciplinas, menos en fútbol. Felizmente para Brasil y Argentina, en los barrios habaneros los chicos más bien juegan con bates de beisbol.

La palabra de Porras

En los 60, al asomar el embargo económico contra la isla, varios países de la región, al ritmo que les ponía Washington, rompieron relaciones diplomáticas con Cuba. Entre ellos Paraguay, Perú y Guatemala. Un legendario canciller peruano, no obstante –Raúl Porras Barrenechea-, defendió a Cuba en la OEA, cuando Estados Unidos promovió su expulsión, cosa que luego se consumaría.

porras barrenechea defendiendo a cuba en la oea, en 1960/foto: archivo instituto porras

Porras no era un ‘hombre de izquierda’. En su alocución de defensa dijo que esperaba que la Revolución Cubana “no se desvíe de su camino original” y llamó a un entendimiento con la gran potencia, a fin de que “se haga prevalecer el espíritu de razón y conciliación contra todo fanatismo”. Han tenido que pasar más de 50 años para que esto se asuma sin rubor.

Cuando a fines de los 90 irrumpe en escena -de manera bronca y aplastante- el presidente venezolano Hugo Chávez, el tablero se agita y reviven los fantasmas. El ‘Comandante’ quiso rebobinar la gesta antimperialista, con modos poco gentiles, en un tiempo en el que en Varadero y otras playas cubanas ya se podía pasar unas vacaciones caribeñas felices y acaso dispendiosas.

Esa época más reciente fue vitriólica y contradictoria. Chávez lo revolvió todo, hizo creer a parte de la izquierda que él era el camino (en justicia, no toda la izquierda se lo compró), abrió la billetera llena de petrodólares y, por supuesto, estableció línea directa con La Habana. Hoy, el post-chavismo de Nicolás Maduro luce más bien descolocado frente a los acontecimientos.

Los vientos venezolanos no cambiaron esa ambivalente fidelidad que los países de América Latina mantienen hacia Cuba, con embajada incluida. Algunos mandatarios la abrigaron por nostalgias persistentes, como ‘Pepe’ Mujica; mientras que otros, como Juan Manuel Santos, por un realismo casi mágico que les invitó a contar con los Castro para amansar guerrilleros añejos.

La isla del son

La Habana, sede de la negociación con las FARC. Pero también sede de innumerables eventos culturales, artísticos, científicos, políticos. Cuba como referente de resistencia frente un poder aplastante; los cubanos como ciudadanos con escasa libertad, con presos de conciencia, aunque a la vez dueños de una cultura superior. O como infaltables cooperantes en caso de desastres.

Poseedores de una música maravillosa, por último. Cuando un latinoamericano escucha a la extinta Celia Cruz, o al vigente y cantante Silvio Rodríguez, probablemente no hace muchas distinciones ideológicas. Sabe que son cubanos, de la isla o de Florida; siente sus ritmos como únicos, inconfundibles. Compay Segundo y Gloria Stefan son profundamente nuestros.

compay segundo leyenda permanente de la música cubana/foto: cubarte

Estas y otras cosas explican la simpatía masiva que, en el barrio latinoamericano, despierta el reencuentro entre Estados Unidos y Cuba. Lo dicen las encuestas y, al mismo tiempo, se respira en todas estas tierras, donde la isla siempre causó y causa una potente atracción, a pesar de sus inmensos problemas. No había que ser de izquierda para sentirla, desde la Historia y la memoria.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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