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fuente: afp

Peronismo al límite

Publicado: 2015-10-28

Daniel Scioli, del ‘Frente para la Victoria’, y Mauricio Macri, de ‘Cambiemos’ han pasado a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales en Argentina, que se realizará –como fin de fiesta de una campaña que se avizora turbulenta- el domingo 22 de noviembre. Pero la verdadera vuelta, el giro crucial que ha arrojado la primera vuelta del domingo pasado es el probable fin del ‘kirchnerismo’, esa corriente política familiar que se instaló en la Casa Rosada hace 12 años.

Incluso si gana Scioli, el ‘candidato oficialista’, tendrá que hacer un viraje, sobre todo en el campo económico, donde si bien hubo logros de la dupla Néstor Kirchner (2003-2007)-Cristina Fernández (2007 a la actualidad), también hay una inflación que galopa casi al ritmo de los jinetes del hipódromo de Palermo: al menos 25% al año, incluso si se asume como referencia las estadísticas del gobierno. Quien reemplace a la presidenta deberá asumir ese paquete.

Macri se vende como el llamado para hacerlo con claridad, aunque el firmamento político y social no asegura que él sea el elegido. Más allá de sus errores o desvaríos (las continuas peleas con la prensa, por ejemplo), la pareja presidencial sureña les dio a los y las argentinas una serie de derechos que ahora se tornan irrenunciables. Uno de los más mediáticos acaso, a nivel internacional, ha sido el matrimonio igualitario, pero en modo alguno ha sido el único.

La pensión de los jubilados, por citar un caso que acá arrancaría envidias sanas en el Perú, fue aumentada en más de 1,000 por ciento. Se hizo para equipararla con la inflación, como ha recordado la BBC en estos días; como fuere, no se puede decir que en la Argentina los ancianos han sido ninguneados. Tampoco los sectores más pobres en general, pues se han invertido millones de dólares en planes de ayuda social para cerrar la indigna brecha de la inequidad.

Su índice Gini pasó de ser 0.54 en el 2003 al 0.41 (mientras más cerca de 0 más equidad) en el 2013, según el Banco Mundial. En base a políticas que activaron la industrialización y el consumo interno, también se logró bajar el desempleo. De acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC), que es cuestionado por los opositores externos e internos del kirchnerismo, del 17% a 7%. Aún si hay cifras de bonanza infladas, las mejoras existen.

Pero si se mixean esas cifras con la inflación desatada, las dudas pueden surgir y ese es uno de los territorios donde Macri, que es un liberal de esos que promete mercados y ajustes necesarios, puede ganar. No obstante, el propio Scioli no podría llegar al gobierno con más de lo mismo, en términos inflacionarios, porque no solo las cifras sino las calles se lo comerían. Alguno de los dos deberá hacer que cuadren las cifras, sin vulnerar los derechos sociales, algo muy difícil.

Como es obvio, el oficialismo juega al cuco de la derecha y a la inminente pérdida de lo logrado si llega el ex presidente del Club Atlético Boca Junior y actual jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (lo que aquí sería un alcalde). Para los ojos del kirchnerismo, que ha vivido estos años enfervorizado con Néstor y Cristina, la llegada de Macri sería casi una hecatombe. Muchos años después, además, habría en Argentina un presidente de otro signo y además tan empresarial.

Si a eso se añade el deseo confeso del candidato opositor de acercarse más a Estados Unidos, o de volver a conversas gentiles con los organismos financieros internacionales (léase el Fondo Monetario Internacional), la cosa se complica y se polariza. El peronismo –la masa política argentina que tiene varias vertientes y hasta candidatos distintos- ha sido históricamente renuente a esa complicidad, y en los últimos años la presidenta se encargó de acicatear ese imaginario.

De allí los discursos algo flamígeros en los foros internacionales, la cercanía medida con el chavismo (no se podría hablar de adhesión, como argumentan algunos despistados, ya que se trata de un país con enorme juego propio) y la pelea pública con grandes medios de comunicación como el Grupo Clarín. A pesar de que es difícil sostener, rigurosamente, que el kirchnerismo es ‘de izquierdas’, no es descaminado situarlo en el campo ‘progresista’.

Y a la vez reconocer sus claros rasgos populistas, tan propios de la tradición de Juan Domingo Perón, el fundador del Partido Justicialista y la figura política de más peso en la Argentina contemporánea. Aunque haya un peronismo más ‘de derecha’ (como el de Carlos Saúl Menem), o de ‘centro’ (el de Sergio Massa, el candidato que quedó tercero en esta elección), ese rasgo, que crea un ancla popular fortísima, define la cancha. Crea devotos o herejes casi irreductibles.

La mandataria ha recuperado esa vena, con fuerza, lo que explica algunos episodios vividos en estos años en las calles y la institucionalidad. El peronismo y el antiperonismo están ahora en su intenso esplendor y estas elecciones lo han puesto al límite, en virtud de que el resultado raya el campo de una manera en que resulta inevitable votar para que esta corriente, en su versión más zurda, se quede o se vaya. Por eso, de aquí al 22 de noviembre arderán las pampas y el debate político.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

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