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¿Se Irán las armas nucleares?

Publicado: 2015-04-04

El acuerdo celebrado en Lausana, Suiza, entre Irán y los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Francia, China, el Reino Unido, Estados Unidos y Rusia) más Alemania es uno de esos logros geopolíticos que, por su complejidad, puede no ser asimilado claramente por la opinión pública mundial. No es el final de un camino, ni implica una dulce reconciliación entre dos bandos ásperamente enfrentados. Pero sí es un punto de quiebre crucial.

Lo alcanzado el jueves santo en esta ciudad, sede del Comité Olímpico Internacional, es en realidad un pre-acuerdo que crea el marco, los rieles, para que en junio la República Islámica y estas seis potencias firmen un documento final que, en rigor, permitirá inspecciones exhaustivas de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) en las instalaciones nucleares iraníes. También haría que se reduzca sustancialmente las reservas de uranio enriquecido de este país.

Este último elemento se puede usar para, por ejemplo, generar electricidad, pero a la vez para fabricar bombas nucleares. El cerco a Irán en los últimos años se debe justamente a la presunción de que en algunas de sus cerca de 20 plantas nucleares (se presume que son más) ese sea el fin supremo, lo que lo convertiría en uno más del privilegiado y penoso club de países que poseen esa arma, además de perfilarse como una amenaza en la región. Eso es lo que se quiere impedir.

Pero, bueno, se ha acordado que el régimen de los ayatolás permitiría esas inspecciones y reducciones, a cambio de que se le levante las sanciones que sufre desde hace años, entre ellas la prohibición de exportar petróleo a varios países o el congelamiento de cuentas de instituciones bancarias iraníes en suelo norteamericano. Salvando las distancias y dimensiones, algo así como lo que venía haciendo la Casa Blanca con Cuba hasta que decidió negociar con La Habana.

La razón por la cual se ha visto a gente celebrando en las calles de Teherán -a la llegada del canciller Mohamad Zavaj Sharif- es que se espera que ahora se abran los mercados para el crudo iraní, lleguen más inversiones y la República Islámica pierda su condición de ‘apestada’ para parte de la comunidad mundial. Al mismo tiempo, se considera una victoria política fundamental, luego de más de 30 años en los cuales proliferaron la presión y las amenazas.

No será fácil, sin embargo. Tanto en Irán como en Estados Unidos, que piloteó las negociaciones bajo las órdenes de Barack Obama, albergan sectores recalcitrantes, resistentes, obtusos a que esta ruta conduzca a un acuerdo final. Los sectores chiítas más fundamentalistas y los republicanos más tozudos coinciden en su distancia, o incluso repudio, con este intento de allanar un camino hacia un estadio mínimamente más estable en una región llena de turbulencias.

Asimismo, el gobierno israelí del reelegido Benjamín Netanyahu ha puesto el grito en el cielo de Oriente Medio, por la obvia razón de que su jugada consistía en bloquear toda posibilidad de que Estados Unidos estreche, aunque sea de costadito, las manos de las autoridades iraníes. Para este líder y sus seguidores –para el resto del espectro político de este país también, hay que decirlo- Irán es la gran amenaza, la razón de los mayores males en el Golfo Pérsico y alrededores.

Arabia Saudita tampoco está tranquila con esta ruta emprendida. Su perfil de gran potencia suní en esta zona no calza con esa distensión hacia los ayatolás. Solo hay que recordar que, en uno de los documentos revelados por wikileaks en el 2010, algunos miembros de la familia real saudí piden incluso una “intervención militar” de EEUU contra Irán. En otra parte, con preocupación, deslizan la idea de que dicho país, que es persa, no debe entrometerse en “asuntos árabes”.

Esas son algunas de las piezas del tablero que se ha movido con estas negociaciones, y que se moverá aún más de acá a junio, cuando se asome la decisión final. Se podría añadir que Egipto y Turquía, otros dos países importantes, también muestran inquietud por todo este curso, debido a que remover el muro que separaba a la República Islámica de las grandes potencias puede ser visto como una manera de fortalecerla, dándole más fuelle a la corriente chiíta del Islam.

No hay que olvidar tampoco que Irak, el gran territorio caliente de Oriente Medio, tiene mayoría de este sector de la fe islámica, y que en Siria, el gobierno de Bachir al Assad es de fe alauita, una rama vecina al chiísmo iraní. Que Irán derribe muros, atempere tensiones, puede significar que se haga más fuerte y dispute con las potencias suníes la influencia en este punto neurálgico del mundo, donde además el Estado Islámico (EI) pone las garras con violencia extrema.

Con todo, siempre una negociación es mejor que una situación donde la posibilidad bélica está al alcance de un botón. Que a consecuencia de ello ocurra algo tan extraño como que, sin querer queriendo, EEUU se acerque a algunos de sus archienemigos, como Siria e Irán, es una gran lección de la diplomacia, que siempre debe apostar por la preeminencia de la palabra ante el discurso brutal de las armas. Los próximos meses dirán si esto es real o solo imaginario.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

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