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foto: rusia today

La guerra que no acaba

Publicado: 2015-05-10

Rusia ha querido celebrar en Moscú los 70 años del fin de la II Guerra Mundial por todo lo alto, con aviones incluidos, y al lado de sus aliados de este tiempo, que no están principalmente en Europa sino en otras esquinas vitales del planeta. China incluida, que –en un gesto histórico e inusual- ha hecho desfilar a sus soldados al lado del Ejército Ruso. En el recuerdo hermanos, luego de años de cautela mutua, y en un tiempo en el cual el mundo se reinventa.

¿Hay algo que, literalmente, celebrar? Si la Historia fuera solamente una retahíla de batallas, donde todo se mide por la cantidad o intensidad de las hazañas bélicas, efectivamente el 9 de mayo de 1945 resulta crucial: fue ese día que los soviéticos entraron en Berlín, pálidos pero pujantes, unos días después de que el Fuhrer se metiera un tiro junto con Eva Braun. En esa jornada los cañones comenzaron a callar, hasta que fue llegando el ansiado final.

Pero las guerras dejan una huella desgarradora en las sociedades, tristemente perdurable, y esta lo hizo en grado extremo. Fue una “negra noche del alma humana”, como ha escrito William Styron, autor de la novela ‘La decisión de Sophie’, esa historia llevada al cine que cuenta la vida de una polaca católica sobreviviente de Auschwitz. Nunca más pudimos ser los mismos luego de ese tiempo en el cual salió lo más siniestro y cruel de nuestra desamparada especie.

El recuento de estos días debería llamar más bien a la reflexión antes que a la pura solemnidad. Guillermo Altares, colega de El País de España, se ha encargado de recordarnos, a propósito de las siete décadas del comienzo del fin del brutal conflicto (la capitulación última ocurrió el 15 de agosto de 1945, cuando Japón se rindió ante las fuerzas aliadas), una serie de hechos que hablan de una memoria aún sacudida por los hechos y los crímenes. De un tiempo sin límites.

Un ejemplo: muchísimos perpetradores quedaron sin sanción e incluso algunos recalaron en Sudamérica y oficiaron de asesores de dictaduras, como fue el caso de Klaus Barbie en Bolivia. La huida de algunos nazis hacia esta parte del mundo, y la tolerancia de algunos regímenes con ellos, fue nuestra escandalosa contribución a tratar de enterrar un tiempo que, prácticamente, no dejó ileso moral o físicamente a nadie que viva en alguno de los cuatro continentes.

Altares también recuerda lo difícil que es, hasta ahora, reconocer que en medio de la barbarie nazi hubo también abusos de los ejércitos aliados. Como violaciones, torturas a civiles o algo al parecer tan inútil y desproporcionado como el bombardeo de Dresde, producido entre el 13 y 15 de febrero de 1945, que provocó cerca de 30 mil muertos, la mayoría civiles. Resultaba imposible que, una vez abiertas las compuertas del horror, el autocontrol primara.

Y ya para qué hablar del tenebroso final de las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, que en agosto de 1945 nos aproximó a una de las mayores cimas de la destructividad humana y del uso perverso de la ciencia. Todo eso fue la II Guerra Mundial, que aunque ahora suene añosa y pretérita sigue dejando esa marca de fuego inmisericorde, permanente, en nuestras mentes y en la manera cómo se resuelven los conflictos entre las naciones, los pueblos y los políticos.

Inclusive hay pendientes fronterizos de la inmensa conflagración que esperan un acuerdo. Las Islas Kuriles, ubicadas frente a Japón y Rusia, en el Pacífico, fueron ocupadas por la Unión Soviética de Stalin al final de la guerra. Nunca se devolvieron y hasta ahora Japón las llama ‘Territorios del Norte’, mientras que la federación presidida por Vladimir Putin las incluye dentro del óblast (región) de Sajalín. No es precisamente lo de Crimea, pero casi.

La reciente anexión de Crimea, precisamente, es lo que motivó la ausencia de la mayoría de países de la Unión Europea en la gala conmemorativa de Moscú. Si se rastrea el destino de esa península, también se encontrará las huellas del conflicto que remeció al mundo entre 1939 y 1945. Luego de ser invadida por los nazis en 1942, retornó a la URSS en 1944, pero como los tártaros fueron acusados de colaboracionistas el régimen estalinista los deportó en masa.

Miles de ellos morirían luego de inanición en la República Socialista Soviética de Uzbekistán. A todo el episodio los tártaros lo consideran un genocidio y lo denominan ‘Surgún’ (‘exilio’ en turco). Como se ve, por donde se le mire la II Guerra Mundial arroja culpas y crueldades, de enorme y desolador calibre. El crimen mayor, el más atroz, fue el de los nazis, pero transcurrido el tiempo los ojos históricos podrían atisbar todos los alcances bárbaros del conflicto.

Un saldo alentador, sin embargo, es que Alemania ya considera, desde hace varios años, que la liberación de Berlín fue también una liberación para ella. Ya no es vista como una ‘derrota’ desde que hace 30 años Richard con Weizacker, el presidente federal, dijo que el 8 de mayo “se les liberó a todos de la tiranía nazi”. Ángela Merkel lo ha conmemorado en ese tono y en la conciencia de que es un acontecimiento que todavía deja un rastro en todo el mundo.

Así las cosas, los desfiles de Moscú son entendibles, desde la lógica de un país que dio sus soldados y sus vidas por acabar con la locura de Adolf Hitler y que, a pesar de las ausencias reconoció –en la voz de Putin-, el papel de Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos en esa lucha. De todas maneras, esta efeméride podría haber sido bastante más que la pompa militar que se ha visto en la capital rusa, con despliegues de nuevo armamento por aire, mar y tierra.

Podrán pasar 70, 80 ó 100 años y esa guerra, esa inmensa carnicería desatada por un hombre desquiciado y sus jefes, en un momento de quiebre en el mundo contemporáneo, seguirá dejándonos preguntas. Sobre la política, sobre los conflictos armados, sobre las pulsiones humanas. También sobre la paz y la dignidad. Después del holocausto y las bombas atómicas, y de otros muchos crímenes, la mejor conmemoración quizás será siempre un humilde minuto de silencio…


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

Sobre el mundo, la vida y nuestra especie