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Fondos, Bancos y personas

Publicado: 2015-10-04

La Junta de Gobernadores del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), llamada ‘Road to Lima 2015’, comienza esta semana y, como ha ocurrido con otros megaeventos, a una buena parte de ciudadanos lo único que les queda claro es que habrá un día de asueto y notables cortes del tránsito en la ciudad. También que hay un ejército de policías listo para cuidar a la profusa cantidad de invitados, que en este caso son 12 mil provenientes de 188 países.

Entre ellos, ministros de Economía, presidentes de Bancos Centrales, Premios Nóbel, empresarios, investigadores, entre otros notables, que se moverán en 40 sedes, donde habrá cerca de 300 reuniones. Algo así como la XX Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 20), solo que un poco menos sexy que ese magno cónclave ambiental, algo injusto creo porque, en rigor, esta cumbre no es irrelevante.

En el principio, EEUU

Está en Lima, para empezar, porque es cierto que estamos en el ‘mapa económico mundial’. Ya somos ‘un país de renta media’ y hemos ganado fama –a mi juicio algo hiperbolizada, como en el caso de nuestro arte culinario- de ser bastante responsables en el plano económico o, más precisamente, macroeconómico: tenemos cuentas fiscales en orden, la inflación obesa de otros tiempos es un mal recuerdo y hemos llegado a crecer a un ritmo casi chino, de hasta 6 %.

Claro, ahora estamos en bajada (los chinos tienen que ver con eso, para variar), pero nuestro look de país sin crisis permanece y ha hecho que esta Junta, como ha señalado entusiastamente el ministro de Economía Alonso Segura, vuelva a América Latina luego de 48 años. Acá estamos y acá vendrán a deliberar los dos grandes artífices de la arquitectura económica y financiera mundial, junto con sus invitados, a los que de seguro se les preguntará si les gustó el cebiche.

¿Hay conexión de esta gran cumbre con lo que le ocurre al ciudadano de a pie o en bicicleta? Si se le mira desde el faro de las grandes finanzas, o en ese tono algo triunfal que le están dando Segura y otras autoridades (“esta designación es un logro de todos los peruanos”, como ha dicho el ministro, etc.), puede perderse de vista esa dimensión más terrenal de estos organismos. Esa impronta concreta que tienen en la sufrida vida diaria de las gentes y los pueblos.

Los directivos del FMI y del BM no solo ‘gobiernan’ a sus propios organismos sino, también y en gran  medida, la economía mundial. Ambas entidades se fundan en 1944, en Breton Woods, una zona hotelera del estado norteamericano de New Hampshire. Obsérvese que esto ocurre un año antes de que termine la II Guerra Mundial y cuando Estados Unidos, a pesar de ser uno de los protagonistas del gran conflicto, no estaba destruido económicamente y hasta había dinamizado su PBI.

Esto habría ocurrido, en parte, por la fabricación de armamento, pero el hecho es que se perfilaba como una de las potencias planetarias dominantes. Debido a este lugar y coyuntura de origen, es que en algunos ámbitos (sobre todo vinculados a las izquierdas) se mantiene la imagen de que ambos organismos son algo así como el brazo financiero, casi bélico, del ‘imperialismo’. Como en el caso de nuestra comida, se trata de una percepción exagerada, pero no carente de sustento.

El papel del FMI es velar por la estabilidad monetaria de los países, por la salud fiscal, por el orden en la balanza de pagos. Desde los papeles, lo hace para que en el mundo las cuentas cuadren y no se produzca un descalabro financiero; un propósito en esencia saludable, solo que en algunos períodos históricos ha devenido en literales presiones para que los modelos económicos se acepten como recetas. El caso de Argentina es emblemático al respecto.

Finanzas y turbulencias

Tiene una vieja tirantez con el organismo, que hizo crisis luego del período del presidente Carlos Saúl Menem (1989-99), cuando este país siguió sus fórmulas económicas y sobre todo lo estipulado por el Consenso de Washington, una doctrina impulsada en 1989 por el economista norteamericano John Williamson, y que el FMI promovió por un buen tiempo. Consistía (ahora ya es casi el pasado) en privatizar empresas públicas, desregular, hacer severos ajustes fiscales.

El libremercadismo a ultranza, en suma, eso que hizo que se acuñara el término ‘neoliberal’ para llamar al ser capaz de aceptar que, si el mercado funciona y hace todo, no importa si hay una dictadura brutal. En Argentina la hubo durante un tiempo (1976-83), y contó con préstamos del FMI; más tarde, Menem aplicó la fórmula williamsoniana y le fue harto mal, al punto que la economía del ‘granero del mundo’ se desbarrancó hasta extremos alarmantes y nunca vistos.

La sombra del FMI planeó en todo ese período. Domingo Cavallo, el entonces ministro de Economía, era considerado un alumno aplicado del organismo (él mismo dijo que “Argentina era la mejor pupila del FMI”), mientras la deuda gaucha se disparaba y se tornaba impagable. Aún hoy se discute si realmente ese gobierno hizo lo que le recomendaron, o si se fue por la libre, y cavó su propia fosa financiera. Pero ese es un episodio que puso en cuestión a la entidad multilateral.

Luego los gobiernos de los Kirchner (Néstor y Cristina) pagaron su deuda, aunque todavía hoy tienen una relación turbada con el Fondo. Esto ocurre porque a este país, como a otros, se les hace préstamos, que deben pagar, y para ello se ponen condicionamientos que los propios ex funcionarios de organismos de este tipo aceptan que son exagerados. En el último número de la revista PODER, donde hay un especial sobre la Junta de Gobernadores, uno de ellos lo sugiere.

“Ahora sueltan más fácil a su presa”, sostiene un ex miembro de una multilateral, que prefirió guardar su nombre. Para nadie, era un secreto que eso ocurría, a veces de manera clamorosa, y en el caso de Grecia también se sintieron esas presiones, que produjeron la reacción del propio primer ministro, hoy reelegido, Alexis Tsipras. En este mismo caso, sin embargo, el FMI se mostró proclive a reducir la asfixiante deuda del país heleno, a diferencia de sus otros acreedores.

¿Significa todo esto que el poderoso organismo multilateral ha cambiado? En este como en otros casos, hay que mirar con los ojos de hoy lo que ocurre y sacudir un poco las congeladas visiones del pasado. El tiempo transcurre y la realidad alecciona. Como dice otro ex funcionario que conoce la entidad por dentro (también en el especial de PODER), la evidencia empírica ha movido las certezas de antes, en el FMI y en el BM. Ya no creen en el Consenso de Washington, por ejemplo.

Nuevos vientos, viejas deudas

Hace tiempo, además. Ahora, se han convencido de que no basta con el crecimiento, pues no resulta si hay abismos de desigualdad (un reciente informe del FMI lo dice claramente); a la vez, reconocen que hay modelos alternativos que funcionan, como el de Bolivia, país que incluso ha sido felicitado por estos organismos. Todo esto, mientras en nuestros lares, sobreviven quienes creen que la ortodoxia del mercado, del dejar hacer sin control, es el único camino.

El BM, a pesar de haber nacido como una institución para reconstruir el mundo de post guerra, hoy es un banco de desarrollo, que se ocupa de reducir la pobreza, de impulsar proyectos de salud, de agricultura, de energía, de lucha contra el cambio climático (una de sus grandes preocupaciones). Ha metido la pata también, concretamente cuando se embarcó en financiar represas en el África y el Asia, que terminaron produciendo desplazamientos masivos y numerosas críticas.

Como el FMI y el BM, ‘gobierna’ la economía mundial y, como en la ONU, es influida por los poderosos, como que en su directorio el peso de Estados Unidos, que hace el 16% de las aportaciones, es todavía aplastante. Junto con los mayores contribuyentes al organismo, puede nombrar a más miembros del directorio, en tanto que la decenas de países restantes tienen que apelotonarse para tener alguna decisión que termine siendo influyente. O simplemente aceptar el juego desigual.

No hay democracia interna en estas entidades, eso es una verdad palmaria. Sin embargo, tampoco son solamente unos monstruos que fagocitan a las naciones más débiles. El BM tiene numerosas iniciativas que han aliviado la pobreza (proyectos de mejora del saneamiento en algunos departamentos del Perú, verbigracia), y ha hecho notables contribuciones para alcanzar, al menos parcialmente, los acariciados Objetivos de Desarrollo del Milenio, planteados en el 2000.

Ahora está embarcado, junto con otros organismos de la ONU (el FMI y el BM pertenecen a esta macroentidad mundial), en lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), para el año 2030, en un lapso en el cual la clave ambiental es indispensable. La impronta de las dos grandes multilaterales, finalmente, se hace sentir, en varios ámbitos, más allá de que los gobiernos de uno u otro signo quieran marcar una soberanía que, en este terreno, es donde ve más límites.

La capital y el capital

Volviendo al inicio, esos señores que vendrán a Lima, no para tomarse un pisco sour, tienen poder, gravitación, influencia, en las autoridades y en las sociedades. Lo que conversen y el rumbo que le impongan a la economía mundial, como consecuencia de las presiones posibles de los países que los integran, aterrizará en algún momento en la vida de cualquiera de nosotros, en la forma de más o menos inflación, de empleo o desempleo, de proyectos de inversión.

Lima, por tanto, no será solo un escaparate para marketear nuestro presunto éxito, o el mejor ají de gallina, sino un lugar donde se discutirá sobre qué será de nuestro presente y futuro. Confiamos en que, en medio de la lustrosa convención, no se olvide a los ‘pobres crónicos’, esos ciudadanos que, según el propio BM, a pesar de los logros de los últimos años, no logran salir del foso donde viven. Esos prójimos que tienen más de un máster en economía del sufrimiento.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

Sobre el mundo, la vida y nuestra especie