No hay ambiente
La fiebre electoral comienza a subir, a desbordarse, a provocar memes, debates, controversias, denuncias. Cuando los candidatos se ponen algo serios, la escena típica, anunciada por el comando de campaña con platillos y acaso panderetas navideñas es la presentación de los próximos ministros del Interior y de Economía. Es decir, de eso señores que, supuestamente, nos salvarán de los mayores males que atenazan a la población y la macroeconomía peruanas.
Por graciosa añadidura, se suele presentar también al inminente Premier, con lo que los ciudadanos nos podemos dar por súper bien servidos. ¿No existe, por ventura ecológica, el Ministerio del Ambiente (MINAM)? ¿Importa poco o nada? ¿Lo quieren desaparecer? Es bastante sospechoso, por decir lo menos, que ese tema, urgente, de importancia suma por el papel crucial del Perú en la reciente COP 21, no esté en la agenda, no llene titulares ni encuestas.
El sentido común podría sugerir que, si uno no puede salir ni a la esquina en varias ciudades del país, para qué ocuparse de los guacamayos o del mono choro de cola amarilla. Pero esa visión ya está de salida, hace años; la gestión ambiental, en numerosos países del mundo no es más un agregado, una concesión a los conservacionistas. Es una columna fundamental de las nuevas visiones de la economía, del desarrollo que, en rigor, será sostenible o no será.
El ministro del Ambiente, Manuel Pulgar Vidal, ha tratado de ponerlo en relevancia al volver de la COP 21 de París. En una conferencia reciente, en el propio MINAM, sostuvo que nuestro país tuvo un papel fundamental en esa cita, que impulsó el esperanzador acuerdo global logrado, que hay fondos para diversos programas, relacionados con bosques por ejemplo. Y también que, venga quien venga, debe recoger el guante ambiental y continuar la tarea.
Preocupa –alarma, vamos- que NO se esté hablando de ese tema. Que incluso el candidato Pedro Pablo Kuczynski, que se mantiene con ciertas posibilidades de tener éxito electoral, haya deslizado apenas en agosto de este año la probable desaparición del MINAM. Una de sus ‘8 ideas’ consiste en reducir los ministerios de 19 a 10. ¿A qué ministerios les puso la puntería, para convertirlos en Secretarías? Bingo, no había que adivinarlo: al de Ambiente y al de Cultura.
Quizás en el fragor de la batalla por la presidencia cambie de opinión, pero por lo que se ve ni él ni el resto de candidatos le dan pelota política a este asunto fundamental. Se ignora, a la luz de esa ausencia escandalosa, cuestiones tan esenciales como que en el nuevo acuerdo climático global se menciona, explícitamente, a la Amazonía, uno de nuestros mayores activos ambientales, un ecosistema que resulta indispensable para el planeta y para esta región.
Sólo una cabeza de chorlito política podría pensar que lo amazónico es un asunto básicamente ‘charapa’. Los bosques amazónicos proveen agua a numerosas ciudades, son el origen de varios ríos, capturan CO2 de la atmósfera y, por tanto, regulan el clima global. Más aún: el científico brasileño Antonio Nobre, en compañía de otros colegas, ha demostrado recientemente que la actividad de esta fronda maravillosa hace que pueda llover hasta en la Patagonia.
¡Produce 20 mil millones de toneladas de agua al día, que son lanzadas a la atmósfera por un mecanismo casi fantástico, que parece interesarles un bledo electoral a nuestros candidatos! Una de las pocas señales recientes de interés amazónico, proveniente del Congreso en este caso, es más bien sublevante: se trata de la insistente propuesta del congresista fujimorista Carlos Tubino para construir carreteras en la Amazonía, a costa de enormes impactos a este delicado ecosistema.
Que los apus amazónicos nos protejan. El candidato que va segundo podría desaparecer el MINAM; un representante de Keiko Fujimori, la candidata que puntea en las encuestas, sueña con hacer vías que atraviesen la selva, que podrían afectar incluso al Parque Nacional del Manu. ¿Qué nos está diciendo todo esto no sólo sobre la pobreza de nuestro debate ambiental sino, lo que es más grave, de las consecuencias que traería una gestión desastrosa de este sector?
Si el argumento amazónico no convence (el politicastro pensará que, al final, allí hay muy pocos votos), subamos a los Andes, cuyos glaciares se derriten a un ritmo imparable, justamente como consecuencia del calentamiento global, otro tema que se examinó en la COP 21. ¿No importa tampoco? ¿Se solucionará con carísimos procesos de desalinización de agua de mar? ¿Se puede imaginar ciudades con mejor calidad de vida y a la vez sumidas en severo estrés hídrico?
¿Y qué hay de la contaminación que ahoga a capitales como Lima? ¿Podemos seguir imaginando un país contento de tener miles, o millones, de autos comprados en nombre de una economía que privilegia el ciego consumo y no la sostenibilidad? Es bastante sintomático, revelador diría yo, que todos, o casi todos, los programas económicos levantados como estandarte en la campaña hablen de “crecimiento”, de volver a engordar las cifras.
Ninguno de una ‘economía verde’ o al menos de una economía ‘carbono neutral’, como también se examinó en París. Hasta en eso somos increíblemente aldeanos: estamos perdiendo el tren de la economía mundial, seguimos soñando solo con crecer, con tener más malls o más coches de marca cuando, en el mundo, no solo las ONGS sino incluso las grandes empresas comienzan a desplazarse hacia otros modos de entender las finanzas, las inversiones, los proyectos diversos.
Todavía quedan unos meses de campaña en los que, ojalá, este tema puede ingresar a la palestra. Alguien tiene que decirle, gritarle, a esos señores o señoras que quieren gobernar este territorio que nada, nada, será posible si seguimos destruyendo nuestros ecosistemas o agotando nuestros recursos naturales. En un país sumido en una crisis ambiental irreversible ya no habría ni siquiera algo que robar. Hasta el delincuente de la esquina debería saberlo, pero sobre todo los candidatos.