#ElPerúQueQueremos

foto.AP

Estados Unidos y el voto polar

Publicado: 2016-02-06

No estamos solos. Aunque las elecciones peruanas hoy parecen un laberinto impredecible, un túnel sin luz, un enredo sin madeja, en Estados Unidos el panorama no es mucho más prístino. Por primera vez en años, las elecciones norteamericanas, que vivirán su capítulo final en noviembre (y su primer quiebre hacia mitad de año, cuando sean nominados el candidato demócrata y el republicano), discurren sobre en una atmósfera turbada, llena de sobresaltos.

Recién ha tenido lugar el primer round en Iowa, con los peculiares ‘caucus’ (asambleas de ciudadanos), y ya se perfila un escenario tenso: en el Partido Republicano ha ganado Ted Cruz, un ultraconservador, menos vitriólico que Donald Trump; mientras que en el Partido Demócrata se impuso raspando Hillary Clinton, perseguida muy de cerca –los separan apenas unas centésimas- por Bernie Sanders, un ‘socialista’ declarado, especie rara en el país del Norte.

El tío 'Bernie'

¿Cómo es que han aparecido fuertes preferencias por candidatos que, a su modo, van contra el granítico stablishment gringo? Sanders de momento no tiene muchas posibilidades de ganar, pero sí de hacer la pelea, incluso de complicarle seriamente la vida a la otrora ultra favorita Clinton. Su fuerte parece estar en algo simple pero contundente: habla claro contra las grandes corporaciones, contra las elites políticas, contra los grupos de poder antes casi innombrables.

A su modo, ahora está encarnando la ‘hope’ (esperanza) que el auroral Barack Obama encarnaba en el 2008, cuando movilizó a miles de personas que no votaban o no se interesaban en la política. 'Bernie' es hoy el cambio, ya que el primer presidente afroamericano no lo fue totalmente, entre otras cosas porque no se enfrentó al poder de Wall Street. Esto no lo iba a hacer, claro, pero su inicial –y aún persistente- discurso sobre la igualdad generó expectativa.

El septuagenario senador socialista del estado de Vermont no es, por cierto, un ‘comunista’, ‘populista’ o algo similar, como temen algunos despistados hasta en el barrio latinoamericano. Es alguien que apunta a que su país tenga un sistema casi como el europeo, o más precisamente como el nórdico, con protección para los ciudadanos, con mayor seguridad social, con más derechos. No se tiraría abajo, por ejemplo, el Obamacare, como si lo haría cualquier republicano.

Hillary tampoco lo haría, claro, aunque hay una diferencia fundamental entre ella y él: frente a los enormes problemas que acumula EEUU –la economía, su presencia en el mundo, la inmigración-, Sanders representa un quiebre, un giro, una ‘revolución’ (así la llama él), no más de lo mismo ni de los Clinton. Salvando obvias distancias, tiene algo del ‘Podemos’ español, sobre todo en cuanto a que su discurso ofrece darle el poder a la gente, no a los poderosos.

Está, sin embargo, en un viejo partido, el Demócrata, por lo que su posición ‘antisistema’ tiene un límite. Como en cierto modo ocurre con Jeremy Corbyn en el Reino Unido (líder de ‘izquierda’ del Partido Laborista) quiere hacer reformas contando con un aparato político, solo que renovado, apoyado en un intento de mayor conexión con el norteamericano de a pie, o de carro modesto. La ex Secretaria de Estado, en cambio, es la ‘pragmática’, la dizque ‘realista’.

Del centro a los extremos (y viceversa)

Con esas armas ha enfrentado a Sanders en los debates y a veces lo ha descolocado, dado que tiene más que mostrar desde la experiencia de gobierno. Aún así, Sanders está capturando corazones, un activo fundamental en cualquier político, sobre todo cuando al otro lado del ring tiene a un desatado Donald Trump, que también quiere pescar sentimientos, pero desde el lado de un conservadurismo barato, casi tribal, acaso desesperado frente al cambio cultural de EEUU.

Una encuesta del Pew Research Center, citada por la BBC de Londres, sostiene que hacia el 2055 los blancos no hispanos serán solo la mitad del país. Trump parece, en ese escenario, como ‘el último mohicano’ que imagina un país que ya no va a ser, un conjunto de 50 estados gobernados por un archimillonario que, según su visión, quiere que su país vuelva a ser grande. Ya lo es, aunque en un sentido distinto al que él sueña: una nación más múltiple, menos uniformizada.

Trump, entonces, queriendo volver a los supuestos buenos tiempos; en tanto que Sanders mirando al futuro. Los dos de una edad avanzada (Trump, 69; Sanders;74). La novedad del inicio de la carrera es que ninguno de los dos ha agarrado viada suficiente para ganar, a pesar de que en cierto modo están marcando la campaña. El que más ha perdido es el lenguaraz hombre de negocios, porque se creía fijo y llegó segundo. Sanders, por el contrario, sigue embalado.

Mirando lo ocurrido en Iowa daría la impresión de que los votantes en estas primarias extenuantes han comenzado expresando cierta cautela. Entre los republicanos, ha ganado Ted Cruz, que es tan ridículamente conservador como Trump solo que más articulado, menos histriónico. No cree en el matrimonio igualitario, ni en el acuerdo con Irán, ni en la reforma migratoria, ni en el aborto por cierto. Pero lo hace abrazado a una fe en un Dios tirano e inconmovible.

La fe de Trump es en el dinero y en su rocambolesca imagen, y eso le ha pasado factura en este primer round. El voto evangélico –tan importante en el proceso de las primarias- lo ha abandonado, al parecer por siempre. Detrás de él, además, viene pundonoroso Marco Rubio, otro plus conservador, que no cree ni en el cambio climático, pero que puesto en un escenario tan tirante entre los republicanos, podría aparecer como alguien más moderado, más potable.

Así, lo que tenemos, a tres días del segundo round a realizarse en el estado de New Hampshire este 9 de febrero, es un péndulo político tratando de moverse hacia el centro ante el susto que, desde dos extremos opuestos, estarían causando Trump y Sanders. Para no pocos republicanos, apostar por el magnate deslenguado sería caminar hacia el despeñadero. Frente a una más experta, política e intelectualmente, Hillary Clinton perdería de medio a medio y sin escalas.

¿Duelos a la vista?

En el lado demócrata, el pragmatismo de la esposa del ex presidente, junto a su aura de perfilarse como la primera mujer en la Casa Blanca, le siguen otorgando las mayores opciones. Sanders, empero, no se muestra dispuesto a abandonar la cancha de fútbol americano. Sabe que puede arremeter, confía en la gente, es peleador. Por añadidura, no está desanimado como Trump, cuyo ego gigantesco le ha hecho procesar con amargura el polvo de la primera derrota.

Todavía faltan meses para que el panorama se aclare –fecha clave, el ‘supermartes’, que será el 1ro. de marzo, cuando se votará en 15 estados-, por lo que sería aventurado lanzar un pronóstico rotundo sobre quienes, finalmente, se enfrentarán. ¿Clinton frente a Trump? ¿Rubio frente a Sanders? ¿Cruz frente a Clinton? La pelea del siglo, para mi gusto, sería Sanders vs. Trump. El solo enfrentamiento ya sería una revolución, una lucha que ni Hollywood podría retratar.

Es poco probable que ocurra, aunque nunca se sabe. Si Estados Unidos nos sorprendió con un presidente afroamericano, por qué no iba a estremecer al mundo con un ‘socialista’ aproximándose al Poder. Enfrentado, por si fuera poco, a un millonario de pésimos modales.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

Sobre el mundo, la vida y nuestra especie