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fuente: el digital de canarias. com

Lula en medio de la tormenta

Publicado: 2016-03-06

Lo recuerdo bien y confieso que hoy con desconcierto. Allá por enero del 2003, en Porto Alegre, escuché hablar por primera vez en público a Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva. Fue en un descampado de esta ciudad sureña de Brasil, ante un público enfervorizado que asistía al III Foro Social Mundial (suerte de gran cónclave progresista del mundo) y que veía en él la encarnación real del cambio, de la decencia, de la humildad corajuda que, finalmente, estaba en el Poder.

No hacía mucho (apenas unos 10 días), el ex líder sindical metalúrgico había accedido por primera vez a la presidencia y estaba acaso en su mayor momento de esplendor social, no sólo político. La entusiasmada multitud, de por lo menos 70 mil personas, no únicamente brasileras –había gente de numerosos países que asistían al evento- , lo aclamaba incluso con lágrimas y le gritaba, con cariño pero con determinación, “!fica!, ¡fica!” (“!qúedate!, ¡quédate!”).

El pedido consistía en que el novel mandatario se quedara allí con ellos, con su gente, y no fuera al Foro Económico de Davos, donde también lo esperaban. Lula, con su voz algo chillona pero de tono sincero, explicó que debía estar en los dos lugares, pero primero allí, al lado del pueblo que lo eligió y para el cual, en ese momento, significaba la suprema esperanza. Minutos después se fue, rodeado de la seguridad que ya tenía, y dejando un fervor aún más encendido.

Como es natural, verlo ahora enredado en un lío judicial que lo pone contra la pared, por la posesión y el arreglo de supuestas propiedades que lo aproximan más a la gente de Davos que a la de Porto Alegre, es penoso. Agita los recuerdos de miles de personas, pone en cuestión su corrección política, hace que se relativice su importante legado. Para encanto de la derecha más febril y despistada, además, su breve detención es la estocada final a la ‘izquierda’ de la región.

Es muy temprano para hacer una proyección tan rotunda, salvo que se quiera maniatar la realidad y acomodarla al gusto del cliente político. Para comenzar, Lula sí está en un problema judicial, muy serio; es muy improbable que todo los escándalos de corrupción estallados alrededor de la mega empresa estatal 'Petrobras' (que también tiene capitales privados) no lo salpique. Sobre todo porque ocurren coincidiendo con su estancia en el Poder (2003-2010).

Alcanzan también a la actual presidenta Dilma Rousseff, que está en la presidencia desde el 2011, así como al Partido de los Trabajadores (PT), el frente de gobierno, o por lo menos a la parte del mismo que ejerció funciones relacionadas con la trama ilegal. Una trama, no hay que olvidarlo, involucra a la vez a grande empresas privadas brasileras, al Partido Movimiento Democrático Brasilero (PMDB), y hasta a otro ex presidente: Fernando Collor de Mello.

Para más señas, este mandatario asumió el poder en 1990 y lo dejó en 1992, al perder por archi goleada una votación en el Congreso para que se le inicie un juicio penal (441 a 28) por otro escándalo parecido al actual. Es mucho decir, por todo esto, que lo de Brasil es un caso de “corrupción de la izquierda” porque, cuando se mira con lupa todo el entramado, se concluye que se trata de una inmensa operación de corruptela público-privada, donde casi nadie se salva.

Las laberínticas ramificaciones llegan a otros países, incluyendo el Perú. Porque de lo que se trataba era de pagar porcentajes para asegurar mega obras, de las grandes empresas metidas en el cuento, en Brasil y otros lares. Cuando se siga abriendo trocha en el caso, es posible que aparezcan otros nombres, de alto nivel y probablemente de ideologías diversas. Porque la corrupción no tiene bandera, no es exclusividad de unos; es tristemente democrática y múltiple.

En lo que respecta a Lula, algo que genera dudas razonables y atendibles es la manera cómo fue llevado a declarar el viernes pasado. ¿Para qué llevarlo con policías y con buena parte de la prensa metida en el operativo, si no se había negado a declarar? ¿Era indispensable esa puesta en escena que agitó los ánimos políticos globales? Hasta un magistrado del Supremo Tribunal Federal, Marco Aurelio Mello, ha declarado que la medida “implica un retroceso, no un avance”.

Lo aparatoso de su breve detención (3 horas) sugiere la posibilidad de que haya implicancias políticas detrás, en un sistema judicial que precisamente en los años del PT se fortaleció y adquirió independencia (si no fuera así, no estaría investigando a los hombres del poder). Y el escenario se enturbia más cuando, inmediatamente, salen a las calles tropas de partidarios y detractores del ex gobernante, lo que va configurando una indeseable polarización a la brasilera.

Una muestra del delirio que se podría estar instalando en las calles estaba en un cartel que decía “”!Fuera el comunismo!”, como si lo vivido en Brasil en estos años hubiera sido algo así como una revolución lennista. Solo un sentido común perturbado podría sostener eso, ya que la performance del PT ni siquiera estuvo muy emparentada con el bolivarianismo venezolano. Al que apoyó, pero sin comprarse sus pleitos políticos y mucho menos sus estilos y malacrianzas.

Todo el tumulto, por añadidura, crece cuando Lula había más que sugerido que se lanzaría a la presidencia en el 2018. Si las investigaciones lo terminan involucrando aún más, será su hora fatal, tal vez el fin de su mito; pero si sale bien librado, no es descartable que supere la tormenta y entre con fuerza al terreno electoral, con la imagen de alguien injustamente maltratado, a pesar de haber hecho mucho bien al país. Con el saldo a favor de ser un héroe que nunca se rinde.

A las pocas horas de que lo vi en Porto Alegre, en ese momento triunfal, recuerdo que hubo un incidente curioso: un grupo de muchachos y muchachas, sobre todo brasileros, se desnudaron en protesta porque poco antes la policía había ordenado vestirse a unas mujeres indígenas que se bañaron públicamente en el campamento juvenil del Foro Social Mundial. Entonces, no había tapujo alguno, en un momento en el cual Brasil parecía dispuesto a mostrarlo todo para cambiar.

Hoy pareciera que el rey, el líder político legendario, está desnudo. Aunque también podrían desnudarse otras fuerzas que, tras el presunto ánimo higiénico de luchar contra la corrupción, esconden propósitos no santos. O tienen una estrategia política de más largo plazo, dirigida a demoler lo que el PT consiguió en estos años. Que fue notable (30 millones fuera de la pobreza, entre otros logros), pero que, de comprobarse las corruptelas, no merecía tener ese costo.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

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