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MICHEL TEMER, NUEVO PRESIDENTE DE BRASIL/fuente: france presse-getty images

Temer y temor en Brasil

Publicado: 2016-05-14

Si quedaban dudas de que lo ocurrido en Brasil no era, en modo alguno, la culminación de una corajuda cruzada contra la corrupción sino un plan, calculado y maquiavélico, para cambiar de régimen, de políticas públicas, solo hay que mirar el nuevo gabinete de ministros del ‘flamante’ presidente Michel Temer: ni una sola mujer, ni un solo afrobrasileño. Solo 24 hombres lustrosos, de clasemedieros para arriba, quienes configuran un increíble Club de Tobi claramente demodé.

El último que tuvo un gabinete en clave de macho alfa fue, sintomáticamente, el penúltimo militar de la dictadura brasileña, el general Ernesto Geisel, que gobernó de 1974 a 1979. Temer, el ex vicepresidente de la suspendida Dilma Rousseff –y ahora su desleal sucesor-, parece rendir, con esta presentación en sociedad, un tributo a esa época cuartelesca. En la cual la propia mandataria fue torturada, algo que algunos de sus 'haters' han rememorado en estos días aciagos.

Adiós cultura, adiós

Por si no fuera suficiente, el mandatario de estreno ha subsumido el Ministerio de Cultura, el más antiguo de América Latina (data de 1984), dentro del Ministerio de Educación, una movida que, aunque para algunos solo signifique ahorro de reales (la moneda brasileña), tiene una implicancia demoledora. En parte gracias a este, hemos conocido con más fuerza a genios como Chico Buarque o Gaetano Veloso; es por su existencia que el cine brasileño es casi de culto regional.

La fresita tropical conservadora de la torta, por supuesto, y que va en consonancia con la invasión de pantalones ministeriales, es la también desaparición del Ministerio de la Mujer, la Igualdad Racial, la Juventud y los Derechos Humanos. Listo, llegó la renovación nacional, la decencia accedió al poder y Brasil será reivindicado moralmente, por un presidente acusado de corrupción, poseedor de un escaso índice de popularidad y arropado por otros personajes borrosos.

En el mismo club de golf que ahora tratará de, presuntamente, sacar al país de la crisis hay tres ministros imputados por el escándalo vinculado a la empresa estatal Petrobrás. Y otros seis que han sido mencionados por quienes están colaborando en ese caso. Y, claro, ahora montados en el Poder podrán blindarse un poco más de las investigaciones. El gabinete de Dilma también albergaba a este tipo de personajes, pero ahora sí que se batió el récord de lo impresentable.

¿Para esto se buscó, con afán teatral y obsesivo, el inicio del ‘impeachment’ (juicio político) contra la presidenta? ¿Interpreta este cambio de look penoso a la marea ciudadana que viene protestando desde hace meses en las calles? Tal parece que no y uno de los efectos inesperados de este golpe institucional podría ser una nueva oleada de protestas que pida la salida de Temer, con lo cual el gigante sudamericano habrá entrado en un laberinto de pronóstico reservadísimo.

Otra consecuencia -que ya se está viendo- es que Rousseff podría recuperar cierto apoyo ciudadano, que no tenía, y tras los ocho meses angustiosos que nos separan del fin de este proceso se salve y salga fortalecida. No hay muchas posibilidades de que eso ocurra, claro, pues su popularidad desde hace meses está en un declive pavoroso; sin embargo, el rating de sus acusadores es aún peor, por lo que cualquier movimiento de la opinión pública es impredecible.

Sin fair play

¿Por qué el país que está a punto de inaugurar los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en agosto, ha entrado en este juego escandaloso? Las pistas de la opereta política son varias, aunque se pueden distinguir algunas de ellas. Por un lado, la existencia de una megacorrupción endémica, tradicional, ha hecho crisis en un momento en el cual el PT manejó de manera errática la economía y provocó un caldo de cultivo social devenido en una furia ciudadana desatada.

Se acabo la bonanza de otros tiempos (hasta 7% de crecimiento macroeconómico) y estallaron las manifestaciones por los pasajes urbanos, por las ingentes inversiones en la Copa Mundial de Fútbol 2014 y en las propia justa olímpica ad portas. La oposición de derecha variopinta leyó eso con astucia y comenzó a encimar al gobierno, sin medida ni clemencia, esperanzada en que, al final del túnel, le aguardaba la multitud con el bolsillo desesperado y los brazos abiertos.

En parte ha sido así, solo que a estas alturas del partido se va evidenciando que esa ecuación facilonga tenía sus límites: no era un gobierno ultra machista y más poblado de corruptos lo que ese carnaval callejero anhelaba. Si el propio Lula había caído en desgracia, junto con otros líderes del PT, en un trance que ponía por los suelos su imagen, al otro lado del río no se encontraban políticos intachables, sino todo lo contrario. Brasil se fue de frente a Guatepeor.

La responsabilidad del partido gobernante es grande, por haber defraudado a quienes lo veían con respeto y con agradecimiento; pero también por arribar a acuerdos políticos que hoy le caen en la cara con la fuerza de unas esquirlas. Para gobernar tenía que pactar, era imposible que formara una coalición solo desde la izquierda. Con todo, escoger al Partido Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el de Temer y otros vivarachos, se muestra hoy como un clamoroso error.

En la samba triste en que se ha convertido la política de nuestro vecino entró, a su vez, a tallar el factor evangélico. No es poca cosa: un 22% de los brasileños habría abrazado esa fe, y muchos de ellos para ir directamente no al Cielo, sino a la política pura y dura. Eduardo Cuhna, por ejemplo, el ahora suspendido ex presidente de la Cámara de Diputados, uno de los más furiosos acusadores de Rousseff, se autodenomina evangélico, aunque su fe no lo haga, para nada un santo.

Por allí también se explica la feria de juramentos ridículos, homofóbicos o ultra machistas que se pusieron en escena el día en que los diputados votaron a favor del impeachment. Cuhna, para más señas, ha sido promotor del Día del Orgullo Heterosexual. Desde lejos, no se puede pulsear con claridad la fuerza que tiene este colectivo religioso –que, ojo, tiene también sectores progresistas-, pero cuando se está allá se siente su presencia en voces y esquinas.

El laberinto y el caos

Buena parte de los que le han dado este empujón a Rousseff son del sector evangélico más medieval, amigos o parientes digamos del pastor peruano Alberto Santana. No se puede perder de vista que comienzan a tener una gravitación no solo en Brasil, sino en el continente; y concretamente en este episodio de pacotilla han tenido una influencia. Dios probablemente ni se enteraba, mientras sus supuestos hijos montaban un cargamontón político

Temer ya está en el cargo y da temor lo que va a pasar en el gigante sudamericano. No parece que este giro tremebunda lo lleve de la noche al día, o de la iniquidad al Paraíso. Algunos creerán que han abandonado Sodoma y Gomorra, aunque  lo cierto, o lo probable, que es que han convertido a su país en una Torre de Babel vergonzosa, que puede provocar enfrentamientos carentes del aura del juego limpio olímpico y más bien signados por el caos y la confusión.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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