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FUENTE: REUTERS

Armas, odio y fanatismo

Publicado: 2016-06-12

¿Qué hay en el alma de alguien que toma un arma y mata, sin piedad alguna, a medio centenar de miembros de la comunidad LGTBI o a sus amigos? Un odio hacia sí mismo, para comenzar; una ceguera mortal, en este caso tal vez alentada por una fe religiosa convertida fanática, y tanáticamente, en fuego sin luz; una intolerancia brutal frente a los orientaciones del ser humano. Todo ello en un territorio donde hay una desatada y muy extraviada devoción por las armas.

Estados Unidos, todavía con dificultad, se anda preguntando por qué ocurren estas matanzas. El propio presidente Barack Obama ha intentado, sin mucha fortuna, plantear el debate sobre la profusa circulación de armas en su ‘gran país’, donde cerca de 300 millones de rifles, pistolas y otros vehículos mortales flotan entre sus habitantes. La libertad legendaria de esta nación, criticable por muchas razones pero ejemplar en otras cosas, no puede tener ese fatal costo.

En los últimos tres años, ha habido al menos 1,000 tiroteos perpetrados por lobos solitarios de diversa laya, que han atacado colegios, cuarteles, centros comerciales, cines, restaurantes. Hay más muertos por este motivo que por ataques terroristas en sí perpetrados en este territorio. Pero ahora nos encontramos con que, probablemente, en el espantoso episodio desatado en club gay de Florida se han cruzado de manera perversa la homofobia y el extremismo religioso armado.

Donald Trump, con su habitual sentido del oportunismo insultante, aprovechó el hecho para sostener, algo eufórico, que él tenía razón respecto del ‘Estado Islámico’ (EI). Una indigna actitud del extravagante y casi seguro candidato republicano a la presidencia, que además sugiere que un asunto que se meterá en la campaña, como por un tubo irracional, es la manera cómo los norteamericanos tienen que responder a los musulmanes fanáticos que viven entre ellos.

Omar Siddique Mateen, por añadidura, era de origen afgano pero nació en el mismo Estados Unidos. Aunque el EI ha reivindicado el atentado, hay indicios de que no es, precisamente, un militante de este grupo yihadismo sino alguien inspirado en las acciones de los seguidores de Abu Bakr al Bagdhadí. Se estaría así configurando un nuevo peligro: declaraciones de lealtad a este grupo firmadas con sangre, por individuos que en cualquier parte actúan furiosamente.

El agregado terrible es que el victimario también era conocido por su homofobia, lo que desliza la idea de que los grupos extremistas islámicos habrían incorporado esa dimensión en su agenda de muerte. Es posible, aunque es este el momento en que, nuevamente, se tiene que hacer la urgente distinción entre un fanático dispuesto a tomar las armas y alguien que puede estar en desacuerdo con algunas prácticas sociales, sin que por eso quiera matar en nombre de Dios.

Doctrinariamente, la homosexualidad está prohibida por el Corán, como en algunas partes de la Biblia, de modo que no estamos pisando escenarios religiosos tan diferentes. Pero depende de en dónde se pare uno para que la tolerancia sea nula o más amplia. En Arabia Saudita es un delito que puede implicar incluso la pena de muerte, pero en países como Turquía no es ilegal. En Sudáfrica, donde hay una minoría musulmana hay incluso una mezquita para gays.

Por eso, resultan extraviadas las declaraciones del ex precandidato Marco Rubio, a la cadena CNN, poco después del atentado. En ellas, insinuó que el Islam llevaba 1,500 años con estos actos, con lo que empaquetaba en una frase una sutil condena a todo el colectivo musulmán, a lo largo de su historia. Es una filosofía que, en cierto modo, empata con la visión de Trump, que ha usado esta coyuntura tristísima para desafiar a Obama por su supuesta blandura contra el terrorismo.

Esta puede ser la hora de la confusión, o de hacer política sin escrúpulos. A la vez, puede ser el instante para que irrumpa una lucidez de urgencia en el país más influyente del mundo. Imposible no pensar este hecho sin reconocer que tantas armas circulando son una invitación a la violencia sin frenos, al ataque desquiciado. Imposible concluir que el extremismo del ‘Estado Islámico’ lo explica todo. Ya no imposible, sino orate, pensar que esto se combate con más armas.

La comunidad LGTBI ya sufre demasiado en este mundo, su lucha no está ni a la mitad. Llegará el día en que no se normalizará su vida legal, su convivencia, sus derechos. En este trance, toca solidarizarse con ellos, por este crimen sin nombre; y al mismo tiempo distinguir que quien comete actos de este tipo puede tener cualquier fe, cualquier creencia, pero no entiende, ni siente, que, al fin de cuentas, el cariño entre los seres humanos es en sí mismo bendito, tenga Dios o no.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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