El afuera de PPK
Okey, uf, por fin, terminó este turbulento proceso electoral, tan lleno de inquina e histerias, tan enrevesado como el laberinto de Creta, tan impredecible como el cambio climático. Pero hay que asumirlo con claridad: el calentamiento global de nuestra política no terminó con las agónicas cifras ofrecidas por la ONPE (Oficina Nacional de Procesos Electorales); el partido recién comienza, lo anterior ha sido solo un precalentamiento digno, eso sí, de ser inolvidable.
En la hora de las propuestas, o de las evaluaciones, hay una que me parece central y esa sí olvidada: la política exterior. No se habló de ella ni en el segundo debate; tampoco apareció mucho en los spots de campaña, ni en las entrevistas. Hasta se llegó al extremo feliz de hablar de Medio Ambiente, acaso porque la alianza de Keiko Fujimori con los mineros ilegales despertó las alertas tempranas sobre el desastre casi al estilo Chernobyl que eso podría desatar.
Volveré sobre el tema más adelante, porque antes resulta pertinente preguntarse sobre el escenario regional en el cual cae este resultado de los comicios. ¿Es PPK un gobernante que se va a alinear con algunas de las corrientes en boga en Sudamérica o en América Latina? De primera impresión, parecería un Sebastián Piñera más mayorcito, o un Mauricio Macri con acento gringo. Pero esos estereotipos probablemente no sirvan para darle una ubicación.
En principio porque en Chile o Argentina no se ha dado el fenómeno de un hombre de centro-derecha que llega al Poder aupado por un conglomerado que va desde la izquierda (Frente Amplio) hasta el populismo provinciano (Alianza por el Progreso). Piñera, cuando ganó en el 2010, era nítidamente el candidato de las derechas varias, la pinochetista incluida, y salvo extrañas excepciones no había izquierdista sureño que fuera, ni en pesadillas, a votar por él.
Macri, con su frente ‘Cambiemos’, aglutinó también a las derechas argentinas, a algunos ex peronistas o peronistas desencantados, a la Unión Cívica Radical, viejo partido que algunos consideran social-demócrata. Estos últimos podrían argumentar que “no son de derecha” (auto-reconocimiento que en Chile no provoca mayores dramas). Aún así, y a pesar de que el objetivo era hacer perder al peronismo oficial, no hubo, como acá, un gran frente social que lo apoyara.
Una masa que se movilizó para no perder la memoria, en suma, algo que puede considerarse un dato ya no político, sino además sociológico, en la región. En todos los países del barrio, existen colectivos que marchan por los derechos humanos, para que no se olvide a los desaparecidos por ejemplo. Pero pocos de ellos se han visto en la disyuntiva de empujar una candidatura concreta, aparentemente no tan cercana, para evitar que su país se asome al foso de la impunidad.
Ese es un primer dato que el colectivo ppkausa debe, a mis ojos, recoger. En Argentina, Macri trató de bajarle las revoluciones al tema de los derechos humanos como política de Estado, pero no pudo por una razón obvia: es un asunto que ha calado en los ciudadanos, más allá del uso político que podría haberle dado el kirchnerismo. Piñera procuró hacer lo mismo y tampoco tuvo viento social a favor. PPK, en eso, no debería ni siquiera intentar un ninguneo del asunto.
Hay más de un tema pendiente en ese terreno, como la reparación a las víctimas del conflicto armado interno, que figura en su plan de gobierno. Pero no se trata solo de que promueva políticas públicas en ese sentido, sino que se muestre como alguien que sintonice con quienes, en esa época y después incluso, pudieron haberse sentido vulnerados. Indígenas, mujeres esterilizadas, víctimas civiles, o de las fuerzas del orden, esperan un presidente sensible a ellos.
Solamente ponerse en esa frecuencia, ya haría que PPK tuviera perfil propio y no sea considerado un mandatario derechista más de la región, de esos que se dice que están “cambiando el eje político”. Ya se sabe: política y económicamente se sentirá más cerca de Macri, de Santos en Colombia, acaso de Cartes en Paraguay. Con todo, puede y debe hacer una diferencia. Lanzarse a alabar a Michel Temer en Brasil, verbigracia, sería un profundo error.
No únicamente porque no le compete entrometerse en país ajeno, sino porque los acontecimientos están demostrando que lo ocurrido con Dilma Rousseff fue casi una vendetta política. Macri cometió el error de alinearse inmediatamente con el nuevo 'presidente' brasileño y quizás ahora esté pensando si le convino ponerse en ese lado de la tribuna. En el caso de Venezuela, aun cuando es igualmente recomendable cierta prudencia, PPK sí podría mostrar un talante más activo.
Hay gente que, inútilmente o por desconocimiento supremo de cómo funcionan las relaciones internacionales, querrá exigirle que pida la cabeza en un plato de Nicolás Maduro. También sería un clamoroso yerro. No lo ha hecho ni siquiera Colombia, un vecino con el que el chavismo ha tenido pleitos incluso de fronteras. Sin embargo, mantenerse silente, congelado en este asunto, que agita el cotarro regional, significaría mostrar una palidez diplomática desde el saque.
Los intentos de la OEA (Organización de Estados Americanos) por activar la Carta Democrática Interamericana), por impulsar un diálogo de urgencia entre los chavistas y la oposición, podrían ser acompañados, no mirados desde el balcón. Con sobriedad pero con claridad, aun cuando es previsible que el verbo bolivariano se hinche. Hay formar de hacerlo sin convertirse en el jefe de una cruzada continental por tumbarse a un gobierno que, en los hechos, se hace daño solo.
Incluso sería interesante que el nuevo gobierno, a través de su nuevo canciller, apoye el proceso de paz colombiano, donde Chile y la propia Venezuela tienen gravitación. Eso nos ubicaría con más aplomo en la región. Al mismo tiempo, resolver los problemas aún pendientes con Chile (la ejecución del fallo de La Haya, para ser más precisos) requiere una destreza en la política exterior que, por cierto, no la tiene quien vive entusiasmado principalmente con el comercio exterior.
Es justamente en ese sentido que Aráoz no parece una buena carta. Sin embargo, no nos engañemos: los cancilleres de los últimos años, salvo Rafael Roncagliolo, han centrado su estrategia en el terreno económico. No se puede decir que descuidaron totalmente el tema político, en modo alguno; solo que es comprobable que, en los últimos años, tan llenos de TLCs de todo tamaño, Torre Tagle fue desplazado en parte plenamente de lo que se negociaba en el exterior.
El primer guiño lanzado por PPK al respecto sugiere que la tónica será la misma. De todas maneras, convendría esperar. Las mismas consideraciones que se hacen sobre los temas internos, respecto de cómo se tendrá que concertar con las diversas fuerzas políticas, tienen que hacer cuando se mira afuera. ¿Nos va importar, por citar un caso tristemente posible, que haya un nuevo bombardeo en la franja de Gaza? ¿No tenemos nada que decir de lo que ocurre en Siria?
Otro de los mensajes que ha lanzado PPK es que visitará China. Obvio, es el mayor socio comercial. Parece, por añadidura, un buen quiebre de inicio de período para un presidente considerado, por causas naturales, súper cercano a Estados Unidos. Como es esperable, la relación con la potencia casi unipolar será privilegiada, aunque este primer movimiento del mandatario electo sugiere que es consciente que el tablero tiene numerosas piezas.
Todavía habrá que esperar a los próximos días, o semanas, para saber quién será el Canciller, si la política exterior será más múltiple, y no solo ferial. Y si en este terreno recoge también el rumor de la calle que contribuyó a que gane. Nos salvamos de un gobierno algo parecido al chavismo, más allá de las declaraciones solemnes de los fujimoristas (Alberto Fujimori y Chávez eran muy amigos); y a la vez no es deseable un gobierno full empresarial, sin rostros social y solidario.
Con el paso del tiempo, no faltarán los mapas que nos sitúen políticamente en la región, acaso como parte del “cambio de eje” ya señalado. Como un gobierno más que desplaza a la ‘izquierda’ (como si Ollanta Humala no hubiera sufrido una gran transformación). Con todo, yo personalmente espero un gobierno que entienda, cuando menos, que se han globalizado no sólo las finanzas, sino también los derechos humanos, la justicia, la cultura, el medio ambiente.