Turquía asediada
No es casual que el cruel ataque de ayer en Estambul -que combinó disparos indiscriminados con inmolaciones explosivas- se haya producido en el aeropuerto. Como deben haber calibrado los despiadados perpetradores, se trató de golpear la puerta central de entradas turísticas al maravilloso ecosistema social turco, tan lleno de mezquitas, iglesias y otros monumentos históricos. No es coincidencia que se matara allí, donde el susto se puede volver más global.
Y, por supuesto, tampoco es casual que en los últimos doce meses se haya atentado 7 veces en el territorio gobernado por el presidente Reccep Tayip Erdogan, al costo de más de 200 muertos. El autodenominado ‘Estado Islámico’ (EI) tiene ahora en su horizonte mortal a Turquía por varias razones (haberse sumado a la coalición que bombardea a estos yihadistas, por ejemplo), a lo que se agrega que hoy, 29 de junio, se cumplen dos años de la proclamación del nuevo Califato.
¿Por qué los turcos han sido un objetivo de la brutal ‘celebración’? No será fácil confirmar la autoría en este caso, tal vez por una razón que para EI es estratégica: como hay varios actores armados al interior de Turquía, hacer explícito que los atacantes eran miembros de ese movimiento yihadista pondría una claridad donde más bien conviene, militarmente, la confusión. Así lo han surgerido los colegas Andrés Mourenza y Óscar Gutiérrez de El País de España.
En otros casos, incluido el de Orlando, se apresuraron en asumir el atentado, aun cuando ellos no lo calibraron directamente. Pero en este terreno -donde actúan kurdos de diversas facciones, efectivos del ejército, los propios yihadistas- lo esperable es que se mantengan sigilosos. Todo indica, sin embargo, que fueron las huestes de Al Bagdhadí, el autonombrado ‘Califa’ contemporáneo, quienes hicieron estallar de dolor al pueblo turco y a todo el mundo.
Turquía con este atentado se adentra más en una espiral que puede golpear su economía, su sistema político, su estabilidad social. Tras un tiempo de haber mirado de costado la impronta del EI en Siria -debido a la distancia profunda entre Erdogan y Bachir al Assad, el autócrata de Damasco- ahora se encuentra con que tiene el problema en casa, con que al enfrentamiento que el Estado desata contra el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) tiene que sumarle esto.
El laberinto es complicadísimo pues, hacia donde mire, el gobierno turco tiene conflictos y enredos. Aunque hay cierta tregua con los kurdos armados, la tensión con ellos no ha terminado; estos últimos, además, enfrentan a EI, que en estos momentos es enemigo simultáneo de ellos y del Estado; por si fuera poco, Moscú se distanció peligrosamente de Ankara a raíz del derribo de un avión ruso. Estados Unidos, por su parte, tampoco confiaba mucho en Erdogan.
Por añadidura, la Unión Europea ha hecho un acuerdo con Turquía para enviarle los refugiados que pretenden llegar a Grecia, a cambio de que los turcos puedan entrar al espacio comunitario sin visa Schengen.En el medio de este maremágnum, los atentados del EI no sólo crean zozobra sino, también, más confusión. Estamos frente a un país que ataca a sus enemigos (el PKK armado), a los enemigos de sus enemigos (EI), mientras sus ciudadanos sufren el embate terrorista.
Al caldero se suman las dudas de los países de la UE para que esta nación, laica pero con una mayoría musulmana y algunos movimientos políticos de ese signo (incluido el de gobierno), se integre en la organización regional. Como van las cosas tras el Brexit (la salida del Reino Unido), el ingreso de un país con el que algunos tienen distancias por sus políticas contradictorias y su talante cultural, no parece muy posible. La ecuación no cuadra.
Para turbar más las cosas, el Papa Francisco llamó ‘genocidio’ a la masacre de armenios acaecida a comienzos del siglo XX, cuando terminaba la I Guerra Mundial. En Turquía, esa afirmación es inaceptable, por lo que la crispación con Roma fue inmediata. El Pontífice ya se ha pronunciado solidariamente sobre la matanza de Estambul, pero toda esta sumatoria de hechos, controversias y desgracias no hace más que configurar una novela política y social dramática.Turquía está golpeada, necesita solidaridad global. Y simultáneamente necesita lucidez política, porque todo lo que le está ocurriendo requiere hilar fino, no sólo militarmente; también desde sus políticas internas (amenguar el conflicto kurdo, entre otras cosas) y en cuanto a su posicionamiento en la escena internacional. Ese puente hermoso entre Asia en Europa no puede convertirse en un nudo explosivo, a donde ni el turista más avezado querrá viajar.