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fuente: agencia andina

APEC: el epicentro (y la espalda) del mundo

Una mirada no tan complaciente al macro evento de estos días, donde han flotado el fantasma del proteccionismo y otros problemas -como el cambio climático y la inclusión social- que no deben ser  ignorados.

Publicado: 2016-11-20

En medio del silencio de las calles -casi desiertas como si nuestro equipo de fútbol disputara una final imposible-, la mayor parte de ciudadanos peruanos probablemente se ha preguntado para qué sirve la APEC (Asia-Pacific Economic Cooperation, o en español Foro de Cooperación Asia-Pacífico). O ni siquiera se lo planteó, en el entendido de que lo más importante de estos días es que fueron no laborables, una graciosa y bienvenida ofrenda para cualquier sufrido trabajador.

Quizás sí llama la atención la presencia de varios pesos recontra pesados de la política mundial, como Barack Obama y Vladimir Putin, o de rock stars de los macronegocios de este tiempo, como Mark Zuckerberg, el fundador de Facebook. Pero no. El asunto no es tan simple como preguntarle a cualquiera de ellos si le gusta el lomo saltado, o la chanfainita; o si puede decir para las cámaras que, finalmente, el pisco sí es peruano. Para que lo escuche Michelle Bachelet.

Acerca del club

Todos esos señores que están en Lima, incluidos varios jefes de Estado, tienen un objetivo central: procurar que 21 economías de la cuenca del Pacífico (es decir, que miran hacia este inmenso océano) intensifiquen su comercio, abran sus puertas y puertos, bajen sus aranceles (impuesto a las importaciones), agilicen sus aduanas. En suma que, como ellos mismos dicen, se aseguren que “los bienes, los servicios, las inversiones y las personas pueden trasladarse entre las fronteras”.

Con todo eso, dizque, se busca “generar una mayor prosperidad para los habitantes de la región promoviendo un crecimiento balanceado, inclusivo, sostenible, innovador y seguro, y acelerando la integración regional”. Aunque el lenguaje suena profuso y la reunión algo críptica y lejana –la prensa se ha quejado, con razón, del escaso acceso a las reuniones del foro-, lo que allí se decida, o se impulse, puede afectar la vida de taxistas, vendedores, obreros, empresarios, periodistas.

Por la simple razón de que somos parte de esos “habitantes de la región” que, supuestamente, debe crecer de esa manera tan ideal. Más aún: el lema de esta APEC es “crecimiento de calidad y desarrollo humano”, una aspiración a la que no podrían renunciar ni Donald Trump, el fantasma pelucón de esta cumbre, ni Patria Roja, que ha criticado que el Estado gaste 74 millones de soles “para marketear al Perú”. A todos, en teoría, nos encantaría que todo sea tan humano.

Si a lo anterior se suma el hecho, contundente e influyente, de que los 21 miembros de APEC manejan el 57% del PBI mundial, el 41% del comercio ídem y suman aproximadamente el 40% de la población del planeta, estamos hablando de algo, digamos, bastante más importante que las solitarias y disfrutables jornadas laborales (que se deben recuperar, ojo). Sobre todo si entre los miembros del club se encuentran países como Estados Unidos, China, Rusia y Japón.

Es decir, tres de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (potencias nucleares además) y una de las economías mundiales más fuertes (Japón recupera protagonismo tras varios años en que estuvo algo apagado), sin dejar de mencionar a otros países influyentes como Canadá. Y sin olvidar también a los admirados ‘tigres asiáticos’: Singapur, Taiwán, Corea del Sur y Hong Kong (hoy parte de China). No es un club chico entonces.

También forman parte del mismo México, Indonesia, Brunei Darussalam (el sultanato que fue la primera escala en la huida del auto-proteccionista ex presidente Alberto Fujimori en el 2000, justamente cuando iba a otra cumbre de APEC), Nueva Zelanda, Papúa Nueva Guinea, Tailandia y Vietnam. Visto el mapa de la cuestión, estamos hablando de un espacio de encuentro de chicos, grandes y medianos. Y en donde, sin duda, son los grandes los que más cortan la torta.

Un mal antiguo y vigente

El propósito fundamental, esencial, fundacional de APEC es ciertamente el libre comercio, y no es casual que haya nacido en 1989, precisamente cuando la onda expansiva liberal, o neoliberal (entendiendo por esta esa corriente que privilegia el liberalismo económico, en ocasiones a costa del político). Por eso, la palabra prohibida, acechante, en el foro es ´proteccionismo’, que se entiende como lo contrario del feeling de APEC, como las antípodas de lo buscado.

Pedro Pablo Kuczynski la pronunció en una de las reuniones, con un aire casi guerrero, porque lo que presuntamente se vendría, con el triunfo de Trump en EEUU y con resultados como el del Brexit en el Reino Unido, es una ola proteccionista. El otrora cuy de la política peruana llamó a derrotarla, pues sería una amenaza que estaría creciendo con el auge electoral de algunos movimientos políticos algo excéntricos. Especialmente en los países ‘desarrollados’.

Es verdad: Trump, Nigel Farage en el Reino Unido, Geert Wilders en Holanda o Marine Le Pen en Francia parecen parte de una corriente que, desde la derecha más ultramontana está tratando de promover la cerrazón, el nacionalismo ultra, la xenofobia, la islamofobia y un desatado proteccionismo. El magnate norteamericano, por ejemplo, propuso en su campaña ponerle aranceles (¡de hasta 45 por ciento!) a China, un socio problemático pero central de EEUU.

También revisar el NAFTA (North American Free Trade Agreement), que promueve el libre comercio entre su país, Canadá y México. O sea, varias medidas en contra del libre comercio, el artículo de fe bajo el cual se creó APEC. ¿Es una amenaza real? ¿Vamos a pasar de la luz neoliberal a la noche proteccionista? El riesgo es patente y latente, pero es menester precisar algunas cosas, tendencias, dinámicas, datos. Salvo que uno se quiera repetir como un mantra lo que escucha o lee.

El proteccionismo ya existe, o nunca se ha ido. No es una práctica ausente en la política actual de varios países, incluyendo a Estados Unidos, Japón y la Unión Europea. Las grandes broncas en la Organización Mundial del Comercio (OMC) suelen ser por eso, porque un país quiere proteger a sus agricultores, a sus fabricantes de automóviles, a sus productores de lácteos. La primera potencia lo ha hecho para cuidarse de las importaciones argentinas de carne, por citar un caso.

El problema es que Trump quiere llevar esa práctica hasta niveles delirantes, que incluyen no solo subidas de aranceles sino, además, restricciones a la circulación de personas por su origen (hispanos) o religión (musulmanes). Tampoco quiere el Acuerdo Transpacífico de Cooperación (TPP, por sus siglas en inglés), un tratado controvertido, negociado en parte a escondidas, que incluye a 12 economías (varias de APEC); ni gusta de los tratados de libre comercio tan en boga.

El monstruo viene de adentro

¿Lo hace por loco, simplemente? No, tanto él como otros líderes de su corte (no de pelo) lo hacen porque es un reclamo que viene de la gente y ellos, supuestamente, quieren responder. El obrero puede pensar que el inmigrante le quita el poco trabajo que tiene, el pequeño empresario que los productos chinos lo invaden y aplastan como un mosquito. El cristiano que los musulmanes vienen a remecer su estilo de vida, sus creencias, su forma de procesar el mundo.

A esto se le tiende a llamar “populismo”, que junto con el proteccionismo es algo así como el cóctel maldito. La amenaza es real, sí, solo que proviene, en cierto modo, del parcial fracaso de las políticas de apertura, que precisamente no han sido suficientemente inclusivas, como proclama la APEC, algo culposita. La era de los mercados ultra abiertos, casi sin regulación, provocó entre otras cosas más de una feroz crisis financiera y no pocos excluidos.

México, donde si bien no hay presencia –al menos por el momento- de un líder ese talante alucinado es un caso que puede servir para observar el fenómeno: tiene estabilidad macroeconómica hace varios años, pero alberga una pobreza y una desigualdad sublevantes. Aproximadamente 55.3 millones de personas viven por debajo de la línea de pobreza (46.2 por ciento de la población). En ese grupo, por cierto, se encuentran en primera línea los indígenas.

En el propio EEUU hay una tasa de pobreza aproximada del 15% (cerca de 47 millones de personas), un dato que seguramente no se le escapó al sagaz Trump y que revela que hay algo que, en general, no ha estado funcionando en la era del libre mercado a ultranza. El propio Fondo Monetario Internacional ha cambiado su discurso al respecto y es, por eso, que ahora se habla no solo de estabilidad macroeconómica, sino de sostenibilidad, de “calidad y desarrollo humano”.

El monstruo, en cierto modo, ha sido creado por el propio sistema económico mundial y ahora tiene que enfrentarlo. El ultra proteccionismo es una fórmula suicida, sin duda, pero el ultra liberalismo también. En rigor, los alabados tigres asiáticos se desarrollaron con una inteligente combinación de la actividad estatal y la privada, que no tienen vergüenza alguna de actuar conjuntamente, algo que en Latinoamérica aún pone los pelos de punta a algunos.

Es menester, entonces, frenar el ultra proteccionismo, pero a la vez es necesario tomarse más en serio aquello de la inclusión social, o lo de la sostenibilidad. De hecho, parece positivo que varias discusiones previas a la cumbre central de APEC, y la discusión actual, hayan estado centradas en el cambio climático, un factor que no debe desconocerse de ninguna manera. Y que lanza el desafío de hacer economías más estables y que no destrocen los ecosistemas.

El clima de APEC

No parece ser el centro de la discusión, aun cuando hay ministros del ambiente presentes y a pesar de que la idea de la ‘economía verde’ camina en algunos debates. En Piura, en septiembre pasado, representantes de países de APEC –científicos algunos de ellos- alertaron sobre la necesidad de tener “información climática inteligente”, algo que favorecería las inversiones responsables y nos aproximaría a la “seguridad alimentaria sostenible en un mundo de cambio”.

Aquí, sin embargo, viene otro problema. En APEC nada es vinculante, todo es voluntario. Esto tiene la ventaja de que se habla, o se acuerda cosas, más libremente, sin la necesidad de que las partes se vean obligadas. Parte del poder mundial, concentrado hoy en Lima, parece sentirse cómodo así y de pronto ese clima es más propicio para tomar decisiones que sean más fluidas o eficaces. Como se supone que se quiere sean las inversiones y el comercio entre los del club.

No obstante, ese talante voluntario de alguna manera alentó influyó en el perfil que tomó el debate climático mundial, que en el 2015 alumbró el Acuerdo de París. Ya en la cumbre de APEC realizada en Sidney, Australia, en septiembre del 2007, la mayoría de las 21 economías del foro dejaron entrever que solo querían “metas deseables” respecto de la lucha contra el calentamiento global. No sería tan importante si no fuera por un detalle que es crucial.

Dos de los más grandes emisores de Gases de Efecto Invernadero (GEI) del planeta, China y Estados Unidos, están en APEC. Otros nueve países que son emisores importantes (Canadá, Japón y Australia, entre ellos) también están allí. Si lo que se va a seguir promoviendo es un tipo de economía que solo busca el crecimiento, y que ejerce una gran presión sobre los recursos naturales, como ha alertado Greenpeace, entonces nos asomamos a otro problema.

Actualmente, en las COPs (Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático) se habla, precisamente, de “contribuciones”, ya no de compromisos. La idea de lo “voluntario” , estilo APEC, también flota allí, pero la pregunta es si va a ser suficiente para enfrentar un asunto tan delicado como el aumento de la temperatura terrestre. La economía, de estas economías, tiene que encontrar un punto crucial que la defina.

La cosa se agrava cuando se constata que la llegada de Trump a la presidencia también se puede tirar abajo esta parte de la discusión. De hecho, Obama y Xi Jing Ping se pusieron de acuerdo sobre cómo "contribuirían" a reducir sus emisiones en una cumbre de APEC realizada en Pekín en noviembre del 2015, poco antes de la COP 21 de Lima. Es poco imaginable que el millonario neoyorquino, un negacionista del cambio climático casi obsesivo, tenga un gesto como ese.

Las cosas que importan

Por todo lo anterior, y por otras muchas cosa más (temas educativos, culturales, agrícolas) es que hemos visto estos días desfilar en Lima a inmensas caravanas, que perturban a la silente capital vacía; o hemos visto hablar al gurú de Facebook sobre la necesidad de conectar más al mundo, consciente a su vez de que vivimos en un planeta donde no todo el mundo puede hacer ‘like’. Por eso, también, hemos visto a un Obama casi despidiéndose del cargo ante unos jóvenes.

Todos esos líderes mundiales saben que los miran, y  que tienen que demostrar poder. Saben que lo que allí se conversa, aunque no sea obligatorio, pone los cables de buena parte de la economía mundial. Y, por tanto, tiene que ver con los pobres, con los ricos, con los trabajadores y con los profesionales. Y con esas personas que, como en el indispensable documental de Javier Corcuera, 'La espalda del mundo', pueden quedarse fuera de este foro y del mundo.

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Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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