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fuente: rtve.es

2017: cinco frentes internacionales complicados

No es muy pertinente hacer pronósticos, menos predicciones. Pero sí se puede observar cuáles son los frentes que se vienen complicados en el planeta.

Publicado: 2017-01-01

Cuando comienza un año, la costumbre habitual es lanzar cábalas, hacer pronósticos, a veces incluso predicciones. Pero en materia de política, nacional e internacional, eso puede ser apresurado, cuando no irresponsable. Nadie puede saber exactamente qué pasará en los próximos 12 meses, menos en todo el mundo. Lo que sí se puede hacer es seguir algunas pistas importantes, a fin de ir entendiendo ciertos hechos que marcan a la mayoría del planeta…

1. La sombra persistente del terror. El 2017 ha comenzado tenebrosamente en Turquía con un atentado en Estambul, que ha causado cerca de 40 muertos y varios heridos. No es el primero en esta ciudad, ni en este país, donde en el 2016 se sufrieron por lo menos una decena de ataques de este tipo. La mayor parte de ellos perpetrados por ISIS o por grupos armados kurdos. La tierra del Nobel de Literatura Orhan Pamuk está sacudida, amenazada por varios lados (islamistas, rebeldes que buscan autonomía, entre otros grupos), pero lo que se atisba, en medio del humo cruel de estas cargas, es que el terror como método de extorsión política sigue en boga. Se usa porque se pretende crear presión, asustar, dañar. Ocurre así en el Oriente Medio, en Europa, en Asia Central, en África, en América del Norte incluso. América Latina parece estar, por el momento, libre o distante de la amenaza. Pero no hay forma de garantizar que esta práctica violentísima no se expanda. O que vuelva a sorprender malignamente en este año. ISIS está golpeado, pero no derrotado; Al Qaeda no se ha disuelto y los diversos grupos yihadistas que actúan en varios lares están en pie de guerra. No son los únicos que incluyen el terror en su menú de lucha, además. Con frecuencia, olvidamos que los propios Estados pueden, a veces, apelar a esta despiadada forma de proceder.

2. Las guerras y la paz (no asegurada). Si el terrorismo está vigente, los conflictos armados, los que podrían concebirse como oficiales o declarados, están allí, laten de manera sangrienta sin que sea fácil neutralizarlos. El ejemplo tristemente emblemático es Siria, donde hacia fines del 2016 se logró acordar un cese al fuego bajo el auspicio de Rusia y Turquía. A pesar de que implica papeles firmados, por la oposición armada y por el gobierno de Bachir al Assad, no es plenamente seguro que sea el fin de las bombas y la tragedia humanitaria. Ya antes otras treguas han naufragado, por acción de los mismos protagonistas de ahora, pero a la vez porque no incluyen a los combatientes kurdos  y a dos grupos islamistas (ISIS y Al-Nusra). Los conflictos armados de hoy no son los de antes, no ocurren entre países y aunque parezca mentira han disminuido en relación con el pasado, como ha escrito más de una vez Farid Kahhat (entre 1990 y 2005 se redujeron 40%). El problema es que se han degradado, causan más víctimas civiles y se intensifican si caen sobre una población pobre. Las víctimas de Alepo, en Siria, lo revelan, y al mismo tiempo la guerra en Sudán del Sur, que no tiene tanta prensa, pero donde hay cerca de dos millones de desplazados en situación precaria. En los próximos meses, es probable que venga algunas noticias más de espanto.

3. América Latina aprende. Si es difícil hacer pronósticos globales, también es complicado hacerlo en el territorio latinoamericano, que aun cuando está caracterizado por compartir ciertas coordenadas exhibe una heterogeneidad notable. Con todo, se puede decir que el sistema democrático en esta región, con todas sus inmensas dificultades (poco contenido social, por ejemplo), se mantiene; puede tambalearse, mostrar al mundo algunos espectáculos penosos -como la destitución forzada de Dilma Rousseff en Brasil, o las extraviadas decisiones de Nicolas Maduro en Venezuela- , pero no se cae totalmente. El chavismo ya tiene oposición oficial, Evo Morales perdió un referéndum en Bolivia, Rafael Correa no se lanzará a la re-elección en Ecuador, Michel Temer es presidente y a la vez está investigado. Cuba comienza a abrirse paulatinamente, y es probable que lo haga aún más, tras la muerte de Fidel Castro. Argentina procesa las culpas de la era kirchnerista y al mismo tiempo acoge en la calle las protestas contra Macri. Juan Manuel Santos, contra viento marea y una votación con cabe, logró la paz con las FARC (o con la mayoría de ellas). Estamos aprendiendo, a punta de sufrimiento, a pesar de cierto canibalismo político y de hechos que podrían ser llamados golpes institucionales. Pero aún así es preferible a los golpes con tanques de antaño y a las masivas violaciones de derechos humanos.

4. Estados Unidos con fiebre política. El 20 de enero asume la presidencia en Estados Unidos Donald Trump y las alarmas ya están sonando. Lo más riesgoso del personaje en cuestión (todavía cuesta creer que sea un político en serio y que vaya a liderar al país más poderoso del planeta) no es solo que sea lenguaraz, insultante, poco ilustrado. Es que tiene poder económico y ahora tiene poder político; es que no muestra una ética que permita suponer que concebirá su puesto sin un ego colosal; es que, finalmente, ha ido zigzagueante en la campaña y resulta impredecible. Sus primeros movimientos, no obstante, abonan la preocupación. Decirle a Israel que “ya llega el 20 enero” y anunciar que trasladará la embajada norteamericana a Jerusalén es casi prender un fósforo en Oriente Medio; nombrar a algunos extremistas –como él o incluso más- en puestos claves de seguridad sugiere mano dura y desatada. No tener quien le cante en la ceremonia de investidura habla del escaso consenso social con el que llega al puesto. Se anuncian marchas el mismo día de la ceremonia y al día siguiente, en Washington y otras ciudades; se prevé poco entusiasmo mundial para ese día. Este es el único ámbito donde me atrevería a decir que los 365 días que vienen se perfilan como complicados. No hay por donde abrigar esperanzas. Lo que sí podría ocurrir es que no cumpla las promesas que hizo a sus votantes más radicales. Aunque inclusive eso no augura paz social.

5. Un mundo sin refugio. La crisis de refugiados que agobia al planeta es, por último, un asunto sobre el que tampoco se puede hacer predicciones, solo que por una razón tristísima: que el flujo continuará, con su rastro de tragedias y víctimas, es una verdad que no necesita demostración. El mundo no solo no está preparado plenamente para la acogida en términos materiales; tampoco está dispuesto espiritualmente para eso. La desconfianza se ha instalado, debido a un impulso casi biológico de nuestra especie, y a la vez por la sospecha, y en algunos casos casi confirmación, de que entre la marea de seres humanos desesperados que huyen de Siria, de Irak, de Somalia y otros países, hay algunos terroristas (el atacante a un mercado navideño en Berlín sería uno de ellos). Son más de 65 millones de personas que, en todo el planeta no solo en Europa, se van a seguir desplazando, van a seguir buscando donde guarecerse de las amenazas en sus lugares de origen. ¿Qué hacer? Su presencia y existencia ha desatado fenómenos políticos como los de Trump y de Marine Le Pen en Francia, lo que parece una prueba desoladora de con qué poco entendimiento procesamos las injusticias de este tiempo y este mundo. El Brexit fue otra señal de ese desvarío frente a un problema que, como debería ser obvio, no es solamente policial o fronterizo. Es esencialmente político y social. Es humano.    

Postdata: y el cambio climático, ay, seguirá avanzando...


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Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

Sobre el mundo, la vida y nuestra especie