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fuente: la tribuna.hn

Una de espías

Las relaciones del Estados Unidos de Obama terminan tensadas por el presunto cibertaque de los rusos. ¿Se arregla todo con la amistad entre Putin y Trump?

Publicado: 2017-01-08

En menos de dos semanas, el viernes 20 de enero, el magnate inmobiliario, el negacionista del cambio climático, el hombre escasamente cortés con las mujeres (por decirlo suavemente), el 'hater' de los inmigrantes, el inesperado candidato triunfante en las elecciones norteamericanas llegará a la Casa Blanca. ¿Podrá confiar, desde entonces, en sus correos electrónicos?

En medio de la barahúnda suscitada por las serias acusaciones de la administración de Barack Obama contra Rusia, por el presunto ciberataque del cual fue objeto Estados Unidos, Donald Trump ha dicho que “ningún ordenador es seguro” y que podría, ya en el cargo, recurrir a la “entrega en mano” para asuntos importantes. Toda una innovación en este tiempo 2.0

El problema, real, es que ya resulta imposible para un presidente –sobre todo si gobierna a la mayor potencia mundial- manejarse con esos métodos añejos. Aun cuando pretendiera hacerlo, la Casa Blanca, el Pentágono, o las principales agencias de seguridad, están metidas en la red informática, tienen más o menos seguridad (según lo visto, menos) y deben funcionar.

Por lo tanto, el ninguneo de Trump hacia la denuncia de Obama (y ojo de todas los aparatos de seguridad, incluyendo la CIA) puede tener, de momento, dos explicaciones: o no entiende mucho del tema, o piensa que puede llegar a espectaculares acuerdos con los rusos, que neutralicen ese riesgo. Como fuere, lo que no podrá evitar es que el espionaje, del tipo que sea, desaparezca.

Porque ése puede ser uno de los corolarios preliminares de esta historia: no estamos viendo nada muy nuevo, en términos de actuación de los rusos respecto de los estadounidenses; lo nuevo es la forma, el modus operandi informático que hace acaso menos necesario el movimiento del clásico espía soterrado, o envuelto en sacón y con lentes oscuros. La red ahora es la gran vía

Con ella te ahorras gastos, movimientos, pero incluso puedes lograr más. La apuesta de Trump por la entrega personal sugiere que ha perdido un poco el tren del asunto, pues ahora quizás se necesita no solo menos espías sino menos papel. No porque él se crea súper amigo de Vladimir Putin esto parará; por el contrario, hasta se podría volver en un flanco especialmente débil de EEUU.

Rusia, además, como ha señalado Guy Verhofstadt (el belga que preside el grupo liberal del Parlamento Europeo) en una columna para El País de España, estaría librando, por la vía informática, una “guerra híbrida” contra Occidente basada en la desinformación y en los ciberataques. La propia Comisión Europea habría sido objeto de uno de ellos, a gran escala.

No se entiende, por eso, cómo es que Trump comenzó despreciando las denuncias de Obama. El 6 de enero pasado, tras reunirse con los oficiales de inteligencia, ha terminado aceptando la posibilidad de que el Kremlin esté detrás de los hackeos contra varios objetivos de su país (el Partido Demócrata y Hillary Clinton principalmente). Pero sigue minimizando los efectos.

Continúa diciendo que eso no influyó el resultado, a pesar de que las sospechas de estas ciber-agresiones rusas vienen de varios meses atrás. No sabemos si su talante cambiará una vez que se siente en el Salón Oval, o si mantendrá su confianza en que la inocultable cercanía con el poder ruso enterrará todo este trance incomodísimo en la época Obama.

El republicano parece creer que sus continuos piropos hacia el hombre fuerte de Moscú funcionan, pero además algunos nombramientos sugieren que está dando puntadas para asegurarse ese vínculo. El nombramiento de Rex Tillerson, ex alto ejecutivo de Exxon Mobil y gran amigo de Putin, es una señal de que está apostando por una supuesta “nueva era”.

¿Cómo hacerlo sin pagar un costo en su relación con la Unión Europea y con su propio país? Abrazar sin precauciones al Kremlin implica olvidarse de la anexión de Crimea, de las intenciones de influir en otros procesos electorales por parte de los hackers rusos (el de Francia, por ejemplo, donde Marine Le Pen se perfila), de las aspiraciones imperiales de Moscú.

De una tradición norteamericana de larga data, por último, que incluyó numerosos episodios de espionaje, solo que hecho con otras mañas. No es que Estados Unidos y Rusia deban pelearse por qué sí (en eso se podría coincidir mínimamente con Trump); es que mover de ese modo, y sin las cuidados del caso, el tablero de poder mundial puede ser peligroso para él mismo.

Muchos dicen que Trump es empresario y que, por ende, es pragmático. Justamente allí puede estar uno de los grandes errores, tan habitual en otros procesos políticos de otras partes del mundo: creer que un país se puede manejar como una empresa, sin tanta política. En un escenario de ese tipo, sin duda el que tiene más posibilidades de ganar es el político P utin.

De allí que, tragándose la amargura que le debe haber producido la expulsión de 32 diplomáticos rusos por parte del gobierno de Obama, haya anunciado que no responderá esa agresión. Que esperará que llegue Trump a la presidencia. Se puede pensar que ese movimiento ya ha sido conversado con el magnate; aunque incluso en ese caso el pronóstico reservado.

Un indicio de ello que el mismísimo canciller ruso, Serguéi Lavrov, un mago del ajedrez político internacional, se sorprendió por la decisión. Dijo que no se podía dejar pasar “semejantes impertinencias”. Al final, todo está culebrón tan delicado, está marcado por algo jamás hay que perder de vista: que Putin se formó en la KGB, y que todo indica que nunca dejó su aura de espía.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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