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foto: ramiro escobar

Washington turbulento

La investidura de Donald Trump transcurrió entre tensiones, detenciones y una atmósfera algo deslucida que no lanza un buen pronóstico

Publicado: 2017-01-21

Lo primero con lo que me encontré, en una avenida cercana al centro de Washington, fue una suerte de jaula montada sobre un carrito, con varios individuos adentro, hombre y mujeres, que gritaban con como si la calle fuera una fiesta. No celebraban al presidente entrante, ni despedían al que se iba, simplemente defendían su causa trascendental: que se legalice la marihuana.

Se lo decían a Donald Trump, quien en esos momentos se encontraba ya camino al Capitolio, donde minutos después juramentaría, ante dos Biblias y ningún porro de cannabis. Los devotos de la yerba –santa o mala, según el punto de vista- regalaban además un poquito a quien la quisiera consumir en la vía pública, en un territorio donde su consumo recreativo es legal.

¿Qué temían entonces, en medio de ese perfume embriagador? Que la maquinaria conservadora y ultraconservadora del nuevo mandatario aplastara no solamente a los inmigrantes, sino al cannabis, y le pusiera un muro más alto de prohibición. Actualmente, la marihuana es legal para consumo terapéutico en 23 estados, y para otros consumos en 4, incluida esta ciudad.

Que es el Distrito de Columbia, y que en la memorable y algo tormentosa jornada de ayer, viernes 20 de enero del 2017, estaba casi en trance, políticamente stone digamos. El día no fue normal, y la ceremonia de investidura con todo si ritual tampoco. A pesar de que se cumplió con el estricto protocolo, la atmósfera estaba cargada, tensa, llena de colorido pero también de indignación.

Trump no podría hacer mucho, a nivel federal contra la marihuana, que es básicamente un asunto de cada estado, pero sí podría ajustar el traslado, el nivel de posesión y otros parámetros. Él mismo no parece un devoto de la prohibición, pero algunos de su equipo sí. Este, que no parece el miedo más central, era sin embargo parte del menú de preocupación ciudadana.

La mañana comenzó a correr, o a marchar y probablemente esa era la palabra precisa para retratar Washington en un día que, habitualmente solía ser de fiesta. Frente a la Union Station, una de las estaciones centrales de trenes de esta ciudad, cientos de personas estaban congregadas gritando consignas contra el ahora presidente en ejercicio para, como decían varios, “resistir”.

“Es un malvado para este país y para la humanidad”, comentaba John, un joven manifestante que se encontraba en medio de una suerte de torbellino de gente que llevaba la cara pintada, que exhibía máscaras, o cargaba bombos y carteles con lemas de lo más diversos: “Not my president”, “Fascist!”, “Illegitimate”, “We are majority”, “We are legal”, “Nadie es ilegal”.

En un momento cumbre, la masa ingresó suave pero firmemente al interior de la estación ante la mirada atentísima de la policía. Una tropa de ciudadanos diversos –latinos, asiáticos, árabes (algunas mujeres con velo), afroamericanos, norteamericanos blancos- avanzó lanzado consignas contra Trump, contra el racismo, contra el sexismo, contra todo lo que ellos creen que es él.

El paso de las horas confirmó que esa creencia no era exagerada. En su discurso de investidura, el nuevo huésped de la Casa Blanca dijo que lo que venía repitiendo en campaña: que hay que pensar más en los mismos americanos, que las industrias tienen que volver, que hay que cuidar las fronteras, que somos los mejores. Make America great again, porque nos lo merecemos y ya.

No son ideas poco frecuentes entre la población norteamericana, y por algo Trump está donde está. En un Irish Pub cercano a Union Station, un grupo de personas que podían ser rotuladas como “blancas” más bien celebraban el momento cumbre. Frente a un televisor observaban el momento en que Barack Obama y su esposa subían a un helicóptero para irse, y se burlaban.

Pero ése era el tema: dos, o más, países tensados en un día que, por lo general, es de celebración y respeto, y que ahora estuvo turbado. “Pocas veces se había visto que la investidura de un presidente generara tantas protestas”, comentaba Katya Salazar, una abogada peruana que vive en Washington y que es directora ejecutiva de la Due Process of Law Foundation (“Fundación Para un Debido Proceso).

Los ‘trumpistas’, por añadidura, son huesos políticos o ideológicos duros de roer. Tom, un hombre al parecer sexagenario, que llevaba un gorro y la foto de Trump, procuraba explicarme, a la salida de una estación de Metro, por qué voto por Trump. “Yo quería un cambio y eso es lo que él ofrece”. Interesado en escarbar más en lo que pensaba le lancé algunas preguntas..

- ¿Y no cree que es racista, o que detesta a los inmigrantes?

- Noo, y además eso no importa…

I don’t care, I don´t care. Lo escuché por lo menos un par de veces, incluyendo a un chico e 18 años que no votó, pero que tenía su casaca con la foto de Donald Trump. Desde fuera, y ya dentro, resulta difícil entender a estas personas que, al final, provocaron este tumulto en la primera potencia mundial, que sacaron muchos votos, aunque no tantos como se cree.

Trump sacó más de dos millones de votos menos que Hillary Clinton, un hecho político ocasionado por el demodé formato de elección en Estados Unidos, que hizo que ganara quien no ganó en realidad en el voto popular. Buena parte de esa gente está acá, descontenta con que el resultado no sea justo, y además preocupadísima por lo que hará el nuevo Poder.

¿Puede hacer todo lo que quiere hacer Mr. Trump? Por lo pronto, ayer mismo ya dio una orden ejecutiva para comenzar a horadar el ‘Obamacare’, el seguro de social ampliado que puso el anterior presidente. Es una disposición provisional dirigida hacia los Estados, que busca ganar terreno a la espera de que el Congreso, de mayoría republicana, tumbe la ley de este seguro.

Todavía no se sabe qué más pasará, pero los inmigrantes, las mujeres, el movimiento LGTB, los afroamericanos están asustados. Estos últimos, además, no inundaron las calles de Washington, como ocurrió durante la investidura de Obama, no obstante ser una población muy importante en esta capital. Solo algunos que, paradójicamente, algunos estaban vendiendo gorras de Trump.

- ¿Tú simpatizas con Trump?

- Noou.

- ¿Y por qué vendes estos gorros?

- It’s a business.

Así está esta ciudad central de Estados Unidos, y del mundo. Llena de monumentos o memoriales a Lincoln, a Jefferson, a Washington, a Marthin Luther King. Mucha gente aún no entiende cómo es que un magnate díscolo, deslenguado, poco ilustrado está en la Casa Blanca. O, mejor dicho si lo entiende, pero le cuesta asumirlo con convicción y tranquilidad.

Una parte de la América profunda, rural o urbana, de la clase media blanca empobrecida, y algunos millonarios o personas con aire xenófobo, lo pusieron allí. Otra parte cree que es lo peor que le ha podido pasar al país. América está dividida, más que antes y unos serios disturbios que hubo en la Avenida Pennsylvania, con decenas de detenidos, es otro síntoma de esta fiebre. Hoy sábado 21 hay una marcha de mujeres, que promete convocar al menos a 200 mil personas. El día está nublado, está lloviendo y podrían venir nuevas tormentas...


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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