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foto: familia de leopoldo lópez

López en su casa, el chavismo sin masas

El pase a arresto domiciliario del líder opositor podría marcar un quiebre en el proceso político venezolano. El chavismo comienza a ceder...

Publicado: 2017-07-08

Lo primero que hay que decir sobre la salida de Leopoldo López, de su indigno confinamiento en la prisión militar de Ramo Verde, es que es el resultado de una negociación. A contracorriente de lo que se proclama constantemente, con furia y a veces con desinformación supina, el diálogo no termina siendo tan inútil. Ni siquiera el que se plantea con un gobierno autoritario y desatado como el de Nicolás Maduro. 

López está ahora en su casa, aún en condición de arrestado, pero ya no como un preso político fondeado en un cuartel castrense, algo absolutamente inaceptable para cualquier gobierno que se quiera rotular como democrático. Lo deseable, lo justo, sería que estuviera completamente libre, pues su proceso no solo fue indebido, sino hasta ridículo, al punto que se sostuvo en acusaciones sin fundamento o alteraciones delirantes.

Se manipularon pruebas lingüísticas (se asumió que algunas cosas que dijo López se traducían, directamente, en actos de violencia), se exageraron hechos, todo lo cual condujo, incluso, a que el fiscal del caso, Franklin Nieves, huyera del país. Este último calificó las acusaciones como “un cuento” y se refugió en Estados Unidos. Por donde se le mirara, el juicio contra el líder del partido Voluntad Popular tenía visos fraudulentos.

Tal vez porque recordaba todo eso –o porque algo de remordimiento le quedaba, de pronto- es que Maduro tomó el hilo de una mínima negociación por allí. Es posible que, muy tarde, se haya dado cuenta de que se trató de un profundo error político, que a medida que pasara el tiempo le iba a costar más. Dentro y fuera de Venezuela, el joven político se había transformado en el símbolo de la resistencia contra el chavismo.

El que ahora esté en su casa, aún en condición de preso pero ya no incomunicado, abre un abanico de opciones complicadas, para el gobierno o la oposición. Aunque la calle siga ardiendo, la negociación ya comenzó y le ha dado realidad a la palabra “diálogo”, que parte de los opositores despreciaban por considerarlo una opereta promovida, según sus detractores, por el Papa Francisco y por José Luis Rodríguez Zapatero.

El ex presidente del gobierno español habría mediado en la negociación entre el propio López y la ex canciller venezolana Delcy Rodríguez, de modo que todo no habría sido tan infructuoso. El problema es a dónde va conducir este pequeño claro abierto, con fórceps y por presión internacional, en medio del laberinto venezolano. ¿Es el inicio del fin del régimen? ¿Es simplemente una trampa más para salir del pantano político?

Si el gobierno optara por esto último forzaría las cosas hasta un nivel inmanejable y aún más violento de lo que se ve hoy. Si su propósito es conceder este gesto –insuficiente, limitado- con el fin de seguir empujando las elecciones para una nueva Asamblea Constituyente, en la que ni siquiera muchos chavistas creen, el próximo capítulo podría ser un estallido del que nadie, ni el espíritu alado de Chávez, saldrá bien parado.

La oposición, de momento, está con ventaja política. Más allá de la retórica oficial, que sostiene que López se ha ido a su casa por “razones de salud”, lo cierto es que no se trata de perdón médico alguno, sino de un signo de debilidad del chavismo, que ahora inclusive muestra serias fisuras por dentro. Luisa Ortega, la Fiscal General, no es probablemente la única figura devota del ‘Comandante’ que se hartó del presente.

Si se juntan todas las piezas –inicio de una negociación, oficialismo dividido, líder emblemático parcialmente libre-, se puede avizorar que, en efecto, podría estarse iniciando el fin de una época. Con las distancias siderales que hay entre López y Nelson Mandela, el apartheid en Sudáfrica terminó cuando el futuro presidente salió de prisión, solo que en ese caso luego de 27 años y cuando ya nadie sostenía al gobierno racista.

Venezuela, o mejor dicho el gobierno venezolano, aún tiene aliados internacionales y cierto apoyo social y político interno (Maduro todavía convoca manifestaciones). Su performance política, y en materia de derechos humanos, es penosa, escandalosa, pero va perdiendo amigos hasta en el club de los países que fueron apoyados por la impronta bolivariana. Ya no se ve, por ejemplo, a un Ecuador sumado flamígeramente a su causa.

Lenín Moreno, el presidente de ese país, ha llamado al diálogo, a lograr “acuerdos mínimos”. El paso de López a arresto domiciliario podría calificarse como uno de ellos, precisamente. El panorama, en suma, comienza a apuntar lentamente hacia una transición, a la que el chavismo se querrá resistir, pero que ya parece inevitable, si es que se quiere continuar por el lado de la negociación, no de las palizas en la calle.

López, Henrique Capriles y otros líderes opositores, finalmente, tendrían que actuar con cautela y firmeza. Su agenda de adelanto de elecciones, apertura de un corredor humanitario y liberación de presos políticos tiene ahora más oxígeno, más posibilidades de avanzar. Estar en la calle les ha resultado, pero más importante que eso será mirar que puede proponer cuando, muy posiblemente, le toque estar en el otro lado de la vitrina.

Porque si la idea es volver a lo de antes, a la Venezuela de la inequidad, del clientelismo supremo, de la corrupción, de la segregación (todos males que ya existían antes del chavismo), el futuro es tormentoso. Hugo Chávez no apareció por generación espontánea, por un designio desgraciado del destino. Fue la consecuencia de años de injusticias, desvaríos políticos, despilfarros e irresponsabilidades en varios niveles.

Pretender ahora dividir el mundo entre los buenos y los malos, entre los de antes y los de ahora, sería un error. El chavismo es un régimen dictatorial, extraviado, pero no es el único mal que le ha tocado vivir al país de Simón Bolívar. Desde antes, desde mucho antes, esta tierra tan hermosa, pero tan dependiente del petróleo, no ha encontrado su rumbo y ahora comienzo a pararse frente a la Historia, solo que con mucha dificultad.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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