ya acabó su novela

fuente: afp

Ecos de las alturas

¿Cuáles es la resaca política, institucional y real de la VIII Cumbre de las Américas? En la entrelínea y las declaraciones públicas está el detalle.

Publicado: 2018-04-15

Si cada uno de los 34 representantes –entre jefes de Estado, jefes de Gobierno, cancilleres, vicepresidentes- de los países presentes en la reciente Cumbre de las Américas cumpliera a cabalidad lo que dice el ‘Compromiso de Lima’, la realidad interamericana sería otra. Si, por ejemplo, se atendiera puntillosamente el punto No. 15, que habla de “consolidar la autonomía e independencia de los órganos de control superior” no habría tantos líos en nuestro país con el Tribunal Constitucional (TC) 

Si el punto No.4, que habla de fortalecer “valores democráticos y cívicos desde la primera infancia y a lo largo de toda la vida”, fuera atendido a cabalidad, en todos los países del Hemisferio, probablemente nunca más volveríamos a tener en el futuro un caso Lava Jato. Desde la infancia –y a lo largo de toda la vida- los ciudadanos sabrían que no se debe hacer lo que se ha hecho en México, Panamá,, Venezuela, Colombia, Argentina, Brasil, República Dominicana y Perú al amparo de esa empresa corruptora.

Y si, además, se cumpliera en nuestro país, religiosamente, el punto No. 25, que llama a fortalecer medidas para que haya una “contabilidad apropiada y bancarización de los ingresos y gastos de las organizaciones y partidos políticos, principalmente de sus campañas electorales”, tal vez no habría tantos facinerosos en el Congreso. Pero, en rigor, lo que allí se dice, lo que se promete, en los 57 puntos del ‘Compromiso de Lima’, solo será posible si cada jefe de Estado, o de gobierno, se lo toma en serio.

Si es que se lo permiten las coordenadas políticas internas (un Congreso terco, por ejemplo), y si la sociedad civil se lo exige. De allí que la ‘Gobernabilidad Democrática frente a la Corrupción’, que se desbroza en e 7 apartados donde aparecen estos puntos, será más posible si los gobiernos, de todos los países asistentes, echan cable a tierra con los ciudadanos, o si los propios ciudadanos piensan mejor por quién votan. No se ve factible eso si, como es obvio, se vota por políticos vinculados al caso Lava Jato.

El ex canciller Allan Wagner, con su habitual sabiduría diplomática, ha dicho en una entrevista para La República que “no hay que desmerecer la importancia de la política” y que se pueden encontrar formas de mejorar la cooperación para prevenir la corrupción. Tan cierto es eso que ya existe la colaboración de las autoridades brasileñas con las peruanas para enfrentar las consecuencias de la corruptela regional generada por la empresa Odebrecht. No es que no haya pasado, ni vaya a pasar nada, con este tema.

Con todo, fue sorprendente ver al presidente brasileño Michel Temer diciendo, en la Cumbre, que “no se puede tolerar la corrupción”, cuando él mismo está implicado en el mega caso de corrupción generado en su país. O a Enrique Peña Nieto, el mandatario de México, disertando sobre el mismo tema, a pesar de que carga serias acusaciones, como la que está vinculada a la ‘Casa Blanca’, y que fue destapada por la colega Carmen Aristegui. Hay, digamos, una cuesta arriba para el ‘Compromiso de Lima’.

Sin embargo, el fuego algo cruzado, la controversia, en la Cumbre vino por otros flancos. Mike Pence, el vicepresidente norteamericano, atacó a Cuba y Venezuela, como en los viejos tiempos, y Bruno Rodríguez, el canciller cubano, respondió también como en antaño, con filípicas contra el imperialismo. Esto sugiere algo que no hay que perder de vista: no obstante el re-establecimiento de relaciones entre Cuba y Estados Unidos, gestado por Barack Obama y Raúl Castro, no son tiempos buenos para el vínculo entre ambos países. Trump ha reactivado el flamígero verbo antimperialista.

Y Venezuela, por supuesto, fue uno de los epicentros de la discusión. Imposible no referirse a la tragedia humanitaria que sufre, o al escándalo político que la envuelve. Al final de la Cumbre 16 países, entre ellos el Perú, emitieron un pronunciamiento, que no tiene un lenguaje muy áspero, pero que llama a que se abra un corredor humanitario y a desconocer las elecciones del próximo 20 de mayo, convocadas por la Asamblea Nacional Constituyente. ¿Eran la mayoría, como sugirió más de un comentarista?

No. Menos de la mitad, pues los países asistentes fueron 34. Cuba y Bolivia, los países más cercanos al chavismo, no firmaron ese documento. Tampoco Uruguay y Ecuador, que son de una izquierda más democrática, nada sospechosa de autoritarismos desatados. En términos reales, esto sugiere que Venezuela está cada vez con el marcador más en contra, aunque no en el suelo, en la comunidad interamericana, si es que se asume que cada país tiene una opinión, un voto, por pequeño que se le considere.

Tal panorama avizora que tomar medidas más claras en la Organización de Estados Americanos (OEA), frente a lo que ocurre en Venezuela, seguirá siendo difícil, pues todos los países que asistieron, salvo Cuba, están allí. Podría decirse que Venezuela perdió políticamente (apoyaron el documento crítico países influyentes, como México, Argentina, Brasil y Chile), mas no númericamente. El chavismo tiene algo de oxígeno por ese lado, pero debería observar que la ola que lo critica es cada vez más grande.

Un país como Costa Rica, cuyo gobierno puede considerarse social demócrata, firmó el documento; otros países (Uruguay, digamos), pudo no haberlo firmado, aunque eso no significa que acepte todo lo que ocurre allá. La pregunta crucial que surge acá es la siguiente: ¿cómo va a hacer el presidente elegido en mayo –Nicolás Maduro o el único opositor, Henri Falcón, si se da el milagro- para posicionarse en la región?. ¿Es posible aún atrincherarse en un esquema político que está prácticamente en bancarrota?

Incluso Evo Morales, que sigue defendiendo a Maduro, no apareció esta vez tan contundente. Departió y se reunió con Piñera, con Macri y con otros presidentes que son duros con el chavismo, por motivos políticos y protocolares. Al final, queda la imagen de que Maduro puede quedarse más solo que Napoleón en la isla de Santa Helena. No se entiende por qué la insistencia en su proyecto, la tozudez, ante una realidad cambiante, y ante un panorama social en Venezuela que es delirante y alarmante.

Otros países, también tienen cuentas que rendir. México frente a la impunidad añeja que anida, Brasil por su mega corrupción de exportación, Honduras por sus elecciones ilegítimas que pasaron piola frente a la comunidad interamericana, a pesar de que la OEA sugirió nuevas elecciones. Colombia y Ecuador por el descuido que tuvieron en sus fronteras frente a los grupos disidentes de las FARC, que en medio de la Cumbre, clavaron la atroz noticia del asesinato de tres periodistas de El Comercio de Quito.

Nada eso disculpa al chavismo, ni a la falta de democracia en Cuba. Ni menos a la frivolidad belicosa de Trump, que en estos días habló de misiles “bonitos e inteligentes”, que luego lanzó contra Siria. Esta Cumbre, en suma, ha sido la de las lecciones por aprender, de urgencia, frente a la corrupción; la de las tragedias que vinieron, de los cielos y de la selva, a alarmar a la reunión; la de la persistente controversia ideológica entre países. La del silencio estratégico frente a ciertos temas.

Hay mecanismos de seguimiento, y con el paso de los meses y años se verá si sirvieron de algo, o si el llamado del presidente Vizcarra por una “alianza regional contra la corrupción” funcionó. En el punto No.3 del ‘Compromiso de Lima’ se llama a promover otra educación, “con enfoque en educación cívica”, para luego en el punto No.4 insistir en una “cultura de la transparencia”. Para que todos esos magníficos deseos se encarnen tal vez sea necesario, al fin, solo un poco de coraje democrático.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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