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el multicultural equipo francés.fuente: as.com

Los colores del Mundial

La migración ha cambiado a los países, a las ciudades, a las sociedades. Y también a los equipos de fútbol, de una manera notoria e imparable

Publicado: 2018-06-15

Treinta seis años atrás, cuando “Perú participó por última vez en un Mundial”, recuerdo que en la selección de fútbol de Francia de España 82 había escasos jugadores de ascendencia africana o tez morena. Los más notables eran Jean Tigana, oriundo de Bamako (capital de Mali, país del noroeste africano), y Marius Trésor, nacido en la isla de Guadalupe, una de las Antillas menores, aún hoy un departamento de ultramar francés. Aquel era el equipo del legendario Michel Platini, de Dominique Rocheteau, del pequeño Alain Giresse. 

Tan “natural” era que a estos últimos se les considerara “claramente franceses”, que los otros, Tigana y Trésor, llamaron poderosamente la atención, no solo por su excepcional juego, sino por su origen étnico. Me parece haber escuchado entonces, sobre todo entre los mayores, frases como “mira qué curioso” y a la vez el penoso “qué hace ese negro allí”. Pues bien: el equipo francés de hoy, el que está en Rusia 2018, tiene, de la lista oficial de 23 jugadores, 14 que nacieron en África o cuya familia es africana.

Paul Pogba, por ejemplo, una de sus estrellas, nació en París, pero su familia proviene de Guinea Conakri, que fue colonia de Francia hasta 1958. Samuel Umtiti, otro de los habilidosos futbolistas con los que tendrá que lidiar el equipo peruano, vio la luz en Yaoundé, la capital de Camerún, que también fue colonia francesa hasta 1960. En el caso de Kylian Mbappé, uno de los goleadores, su padre es camerunés y su madre argelina. Es decir, reúne en su piel y pasado el rastro de otros dos territorios coloniales.

El periodista argentino Pablo Taranto, que ha hecho un detallado recuento de estos y otros casos, sostiene que con todos los jugadores afrodescendientes, o nacidos en el África, se podría armar hasta siete selecciones en este Mundial. Un rastreo por el álbum Panini lo confirma: hay jugadores con esas claves culturales en Bélgica, Alemania, Suiza, Inglaterra, Portugal (en estos dos últimos países tiene más años esa presencia afrodescendiente) e incluso en Dinamarca, otro de nuestros endiablados rivales.

Pione Sisto, uno de los delanteros daneses, nació en Kampala, la capital de Uganda. La lista es larga y, como también apunta Taranto, hay jugadores tunecinos y marroquíes nacidos en Francia, o seleccionados nigerianos que son del Reino Unido y de Rusia (es el caso de Brian Idowu, que nació en San Petersburgo en 1992). En la selección española, está Thiago Alcántara, que nació en Italia, pero que es de ascendencia brasileña, y cuyo padre –Mazihno- fue campeón con Brasil en Estados Unidos 1994.

Cada Copa Mundial de la FIFA, en suma, es un retrato de cómo va cambiando la sociedad humana (o al menos una gran parte de ella) desde el punto de vista étnico, demográfico, cultural. Tiene, asimismo, el rastro desgraciado de la migración, tanta veces trágica en el mar Mediterráneo y en otros lares, donde cada semana, desde hace años, mueren numerosas personas hundidas en una barca tan frágil como su esperanza. ¿Cuántos de ellos sueñan que, de pronto, quisieran ser futbolistas y salir a flote?

¿cuántos llegan a ser grandes jugadores?fuente: jorge peñafiel

Porque, como ocurre en América Latina, los afrodescendientes viven marginados y ven en el fútbol una escalera, con frecuencia dificilísima, para salir del pozo del ninguneo. La diferencia es que allá, en Europa, esos ciudadanos o vieron la luz allá porque sus padres llegaron huyendo de la pobreza y la guerra, o vienen de los antiguos territorios sometidos. Con su presencia, quizás quieren driblear a la Historia, al olvido. Al hacerse futbolistas, de algún modo redimen un pasado de oprobio colonial.

En Francia misma, el proceso de integración por la vía futbolística no ha dejado de ser turbulento. El documental ‘Les Bleus: una historia de Francia ’, que se encuentra en Netflix, lo detalla con cierta crudeza. Cuando Francia ganó el Mundial, en 1998, se creó la ilusión de la cohesión social, de la mano del genial Zinedine Zidane cuya familia es de origen argelino. Pero cuando el equipo comenzó a decaer, salieron del subsuelo los prejuicios contra los ‘negros’ y ‘árabes’ del equipo.

Ya en el 2006, Jean Marie Le Pen, el vitriólico padre de Marine Le Pen, la actual líder del ultraderechista Frente Nacional Francés, había dicho que los franceses no se sentían “completamente representados” con el equipo en el que aún estaban Zidane y ese otro mágico jugador llamado Lilian Thuram, originario, como Trésor, de la isla de Guadalupe. En el citado documental, uno de los momentos cumbres es cuando, en un partido Argelia-Francia, casi se produce una gresca de grandes proporciones.

En este complejo partido, por supuesto, no se puede dejar de mencionar la manera cómo ha incidido el mega-negocio futbolístico en esa movilidad humana y social, al punto que a veces roza la trata de personas. El escritor chileno Juan Pablo Meneses lo ha contado en su libro 'Niños futbolistas', tras sumergirse en el sub-mundo de los caza-talentos, de una manera descarnada y centrándose especialmente en América Latina. Pero muchos infantes africanos también son parte del territorio de caza, y a veces no llegan al Olimpo y terminan en las calles.

Todo este revoltijo cultural, que en nuestro medio –por triste consecuencia de nuestro nivel educativo calichín- está pasando desapercibido en medio de la fiebre futbolera, es también parte del juego. Es la esquina, si quieren, penosa, semi-oculta, la dimensión que deja off side a muchas personas aunque encumbra a otras y las saca de un pozo en donde, si no metieran goles, quedarían fondeados por años, décadas o incluso siglos. Es, asimismo, el rostro de un mundo que inevitablemente tiende a mezclarse cada vez más.

nuestro equipo también es multicltural.fuente: getty images

Esto último es una buena noticia, un gol tormentoso acaso, en medio de todo. Nos reconocemos en una cancha, salvamos delirando nuestras diferencias, en todo el globo. Pero cada vez que veamos un gol, descargado por un árabe o un afrodescendiente integrado, pensemos por un segundo en qué historia trae detrás, en cuánto le costó llegar a esa cancha, o si dejó familiares muertos en una guerra. Incluso, nuestros jugadores, tienen grandes heridas en su itinerario vital, y tal vez por eso juegan con tanto coraje.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

Sobre el mundo, la vida y nuestra especie