Por fin, AMLO en el poder
El persistente Andrés Manuel López Obrador barrió electoralmente en México. Una izquierda con alianzas inesperadas, extrañas incluso, intentará reinventar al país.
Finalmente, varios años después, en su tercera carrera electora presidencial, superando miedos y odios cruzados, Andrés Manuel López Obrador es ya presidente de los Estados Unidos Mexicanos. Finalmente, el PRI (Partido Revolucionario Institucional), que era inevitable, en el poder o en la oposición, ha quedado relegado a un penoso tercer lugar en los comicios presidenciales. Finalmente, un frente de tinte izquierdista ha arribado al poder.
¿Se trata de un partido incontrastablemente ‘rojo’? ¿Se ha posicionado el castro-chavismo-madurismo en México como claman algunos, con un aire de ranchera desolada? Un poco de tequila les vendría bien para serenarse y no lanzar vaticinios simplistas o apresurados sobre AMLO. Es cierto: se trata de alguien próximo a la izquierda, de un líder social que habla de los pobres, de los ninguneados, de los indígenas. Pero no es, en modo alguno, un chavista con sombrero de charro.
No fue militar, para comenzar, sino un político añejo, de varias batallas en su terreno y, como no podía ser de otra manera, militó en el PRI y luego del PRD (Partido de la Revolución Democrática, escisión del PRI). Fue un exitoso jefe de gobierno del Distrito Federal (DF), entre el 2000 y el 2005, y un persistente, indoblegable, candidato a la presidencia en tres oportunidades (2006, 20012 y 2018). En eso se parece un poco a Lula, que candidateó cuatro veces en Brasil, hasta que sudando llegó.
En el 2011 creó el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), para potenciar su propia figura, su caudillismo social, algo mesiánico si se quiere, pero efectivo ante un sistema de partidos mexicano sumergido en el fango de la corrupción y la ineficacia para enfrentar los dramas que sufre el país. AMLO, digamos, es un triunfador esperable para un país que tiene tanto a sus Carlos Slim, el top de los millonarios mundiales, como a 21 millones de personas que viven en una pobreza extrema escandalosa.
La pobreza en general (no solo la extrema) alcanza más del 40% de los 127 millones de mexicanos y, aunque bajó en los últimos años levemente, es un puñal sin sacar del corazón de esta tierra tan azotada, además, por la violencia. ¿Sorprende que un candidato que, durante años, ha hablado del tema gane frente a los lustrosos contrincantes que tuvo al frente? Más bien era esperable desde hace años, y si no se dio fue porque el aparato político mexicano tradicional lo mantuvo a raya sin descanso.
AMLO sabe que ese es parte de su gran capital político y, por eso, anoche, en su discurso casi de presidente en funciones tras barrer a sus rivales con el 53% de los votos, mencionó a los pobres, y a los indígenas, que son más del 70% de esos pobres. También agitó a las masas contra la corrupción, otro de los males mexicanos, instalado en la sociedad como la espina de un cactus del desierto de Sonora. Como miembro de la clase política, ha tenido también acusaciones, pero no tan serias como las de Enrique Peña Nieto.
Algunos lo ven como un líder que no forma parte del engranaje que ha creado una urdimbre irrompible entre la política, la corrupción y la impunidad. No es un santo, que no los hay en la cancha política mexicana, pero sí alguien que tiene un currículum menos cuestionable, un personaje que puede generar la esperanza de que enfrentará ese monstruo grande que pisa fuerte. De allí que ayer también lo haya mencionado, con fuerza; y de allí también que si fracasa en ese intento quedará políticamente más incinerado que el cadáver del legendario Moctezuma.
AMLO, por ejemplo, ha dicho que creará una Comisión de la Verdad para esclarecer el caso de la monstruosa muerte de los estudiantes de Ayotzinapa, algo que a Peña Nieto no le movió mucho el pelo engominado. También ha prometido más ayudas económicas, para jóvenes y ancianos, y más refinerías, para que el petróleo siga siendo un activo del Estado mexicano. Por esto último, más que un socialista, parece alguien que quiere recuperar el sentido social de la Revolución Mexicana, prácticamente extinto gracias a personajes como Carlos Salinas de Gortari o el propio presidente actual
Uno de sus problemas, sin embargo, es que para llegar ha hecho algunas alianzas extrañas, una de ellas con el Partido Encuentro Social (PES), un frente evangélico cuyos líderes probablemente jamás se irían a comer un taco con los dirigentes del movimiento homosexual mexicano, que es fuerte. Que tampoco son entusiastas del enfoque de género. No esperen los entusiastas un gobierno open mind en ese sentido. O en todo caso, si el presidente electo pisa en esa dirección puede tener su primer tumulto interno.
Con Donald Trump, curiosamente, ha propuesto una relación razonable, y el propio díscolo mandatario norteamericano le ha enviado un tuit de saludo decoroso. Allí AMLO no puede defraudar tampoco. Los mexicanos en EEUU son más de 30 millones y no quieren que los traten como perros. Imposible un gobierno de MORENA cediendo a la alucinada propuesta de pagar la ampliación del vergonzoso muro. Si algo de ‘antimperialismo’ se quiere ver en López Obrador, tal vez este sea el escenario.
Todo lo anterior suena más o menos posible, aunque es en el ámbito de la horrenda violencia desatada por el crimen organizado donde el nuevo mandatario tendrá su prueba de literal fuego. Ha dicho que irá a “las causas del problema”, aunque la magnitud criminal del día a día lo llama a tomar medidas de urgencia. Una vez dijo que podría amnistiar a algunos criminales, un tema en el que no volvió a insistir porque sus rivales le cayeron al cuello. No se le percibe claridad frente a este drama. No al menos hasta ahora.
Lo que sí es evidente es que AMLO es lo nuevo, lo que altera el esquema, lo que el filósofo francés Alan Badiou llama un ‘acontecimiento’. No es un outsider, para nada, porque hace años vive de cargos y candidaturas, pero sí es ese hombre que rompe lo establecido, lo esperable, lo que siempre se dio en el terreno político mexicano, incluso cuando el PRI fue desbancado por el derechista Partido de Acción Nacional (PAN). Ese no era el momento de cambio real, era una pausa. El cambio más respirable es ahora, hoy.
Porque el ‘Peje’ (así lo llaman por un pez que habita en Tabasco, su estado de origen) podría ponerle una lápida a la política de siempre en México. Pero, como la tradición jala, como el peje cuando muerde el anzuelo, también podría reciclar las pésimas prácticas de antaño, del PRI especialmente. Su caudillismo inocultable lo aproxima a esa posibilidad de pasado, cuando él mismo siempre habla del futuro. Si, por añadidura, quiere re-elegirse, en clave mítica, lo que no está permitido en su país, entonces puede volverse un autócrata más de los que dan vueltas tormentosas por la región.
El partido recién comienza. No está para hacer pronósticos contundentes, ni para tocarse de nervios, ni para entusiasmarse de aquí a la Eternidad. A México no lo van a salvar la Rosa de Guadalupe, ni el Chicharito Hernández. Lo puede redimir un poco un gobierno inteligente, cauto, con gran capacidad de negociación (con los empresarios, sobre todo, tan poco devotos de él); un presidente que, si no quiere que la Historia lo pulverice, deberá exorcizar esos males que hacen que esa tierra linda y querida sufra tanto.
"El resultado sacudirá a las élites políticas y económicas"
Stephania Corpi, internacionalista y periodista mexicana, declaró para La Mula lo siguiente:
“Si bien Andrés Manuel tiene miles de simpatizantes después de más de 12 años de campaña, quienes votaron por él también lo hicieron por hartazgo contra el PRI, contra el sistema de corrupción y contra la falta de límites entre los partidos. Este resultado sacudirá a las elites políticas y económicas de México.
Mi generación ha tenido el privilegio de ser testigo de dos cambios democráticos en la historia del país: la caída del PRI en el 2000, y el regreso de la izquierda en 2018, desde la elección de Lázaro Cárdenas en 1934”.
Los mexicanos han puesto una confianza muy generosa en este hombre, pero tendremos que mirar con lupa cada movimiento. En su círculo cercano hay personalidades como Napoleón Gómez Urrutia (un controvertido líder sindical), que contradicen su lucha contra la corrupción”.