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ABRIL DEL 2011: ALAN GARCÍA CELEBRA EN LIMA LA CREACIÓN DEL 'ACUERDO DEL PACÍFICO, GERMEN DE LA 'ALIANZA DEL PACÍFIC0' /FOTO: AGENCIA ANDINA

Del antimperialismo al TLC

La política exterior de Alan García, en las dos veces que fue presidente, zumbó de un polo a otro. Navegó desde el rechazo a la deuda externa hasta el libre mercado 

Publicado: 2019-04-18

A quienes no vivieron los años 80, y solo conocieron al difunto presidente en sus últimos años, tan cargados, tal vez les sorprenda enterarse que en ese tiempo, cuando llegó por primera vez a la presidencia (1985), Alan García se parecía más a Evo Morales que a Sebastián Piñera. No era un ‘bolivariano’, por supuesto, sino más bien un ‘indoamericano’, pero se sentía en pie de lucha contra ‘el imperio’. 

Tampoco cometió, durante su primer gobierno, severos atropellos contra la libertad de prensa, como sí ocurrió en Venezuela. Pero uno de sus primeros problemas de imagen internacional lo tuvo apenas a un año de haber asumido el mandato: los días 18 y 19 de junio de 1986, en vísperas de una cumbre de la Internacional Socialista (liga de partidos social-demócratas), se produjo una masacre.

Fue la llamada ‘Matanza de los penales’, que terminó con más de 200 presos acusados de terrorismo muertos en las cárceles de El Frontón y Lurigancho. García había prometido luchar de otra forma contra el terrorismo, pero terminó autorizando, o al menos tolerando, que las fuerzas armadas y policiales debelaran el motín carcelario organizado por los internos de manera violentísima.

Algunos líderes invitados a la cumbre no acudieron, lo que ya sugería una distancia incómoda con lo ocurrido. El ahora extinto mandatario era, entonces, alguien que procuraba liderar, a nivel continental o incluso más allá, una rebeldía contra las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI). En setiembre de 1985, siendo un presidente de 36 años, cargó contra este organismo en la ONU.

Amenazó con abandonarlo, en consonancia con haber anunciado antes que el Perú solo dedicaría el 10% de sus exportaciones al pago de nuestra deuda externa, que entonces llegaba a los 14,000 millones de dólares. La consecuencia, de perspectivas infelices para el país, fue que al año siguiente (1986) el FMI nos declaró como un “país inelegible” para el otorgamiento de nuevos créditos.

Pero ese era el García de entonces a nivel internacional: una suerte de líder de la tercera vía, que tal vez quería competir con el mismísimo Fidel Castro. Era un entusiasta del Movimiento de los Países No Alineados al punto que instó a esta organización a defender a la Nicaragua, gobernada en esos años por el todavía revolucionario Daniel Ortega quien hoy está de vuelta en el poder.

Fiel a esa línea, asistió a la presentación oficial de la nueva Constitución nicaragüense, proclamada por los sandinistas en enero de 1987, y habló ante una multitud fervorosa, con frases encendidas que aún resuenan en mis lejanos recuerdos: “!No pasarán, no nos tutelarán!” (para referirse a la intromisión de Estados Unidos en el país centroamericano, vía los ‘Contras’ que trataban de derrocar a Ortega). Eran tiempos, digamos, antimperialistas.

La política exterior de García no se quedó solo en discursos. Su gobierno apoyó decididamente al Grupo de Contadora, conformado por México, Colombia, Panamá, Venezuela, que buscó acabar con las guerras civiles en Centroamérica. El 29 de julio de 1985, apenas inaugurado en la presidencia, promovió en Lima el Grupo de Apoyo a Contadora integrado por Brasil, Argentina, Perú y Uruguay.

Todo eso, aunque hoy parezca increíble, se hacía al margen de Estados Unidos, país con el cual tuvimos cierto distanciamiento, pero que no llegó a ser terminal como en el caso de Venezuela. La comunidad latinoamericana le importaba más por esos años al expresidente. Parecía haberse tomado en serio la filosofía ‘indoamericana’ proclamada por Haya de la Torre, el fundador del APRA.

¿Qué pasó con el García globalmente contestatario de los 80 cuando llegó de nuevo al Palacio de Gobierno en el 2006? Era otro, sin duda. Gran parte de los errores de su gobierno anterior eran atribuidos al aislamiento internacional provocado por su enfrentamiento con el FMI. Acusó recibo de eso y si bien no tiró por la borda su interés en la región, comenzó a caminar en otra dirección.

El mandatario aprista del nuevo siglo era mucho más cercano a Estados Unidos, devoto del Tratado de Libre Comercio con este país (ya firmado por Alejandro Toledo en el período anterior, pero que él consolidó) y además proclive a promover este tipo de acuerdos con otro países, incluyendo a Chile (se suscribió en agosto del 2006). Lo mismo se hizo con Canadá, Singapur y China, entre el 2008 y el 2009.

El antimperialismo se había, prácticamente, esfumado de la palabra y la práctica de los apristas. Ya no había discursos flamígeros, ni broncas con el FMI, ni alianzas estratégicas con países ‘no alineados’. El García de los 80 iba a contracorriente de varios gobiernos de derecha en América Latina; el del 2006, caminaba en dirección contraria a la ola política de centro-izquierda en la región.

No estaba en ese club, al punto que tuvo serias rencillas con Hugo Chávez, que ya gobernaba Venezuela, y con Evo Morales que había llegado con la pluriculturalidad a Bolivia. Hasta cruzaron algunos insultos entre ellos (Chávez llegó a llamarlo “ladrón de siete suelas”). Con Luiz Inácio Lula da Silva sí tuvo buenas relaciones, ancladas sobre todo en la construcción de hidroeléctricas en la selva.

Es menester no perder de vista que es en este período cuando Marcelo Odebrecht acude a Palacio varias veces y cuando se ponen en marcha numerosos proyectos que hoy tienen contra la pared judicial a varios miembros del Partido Aprista Peruano. García no formaba parte del ‘arco progresista’ latinoamericano, pero sí fue parte de la rueda de inversiones que, hoy se sabe, era parte del laberíntico Caso Lava Jato.

Quizás la mayor señal del giro político de García fue impulsar la creación de la Alianza del Pacífico (AP). Fue él quien lanzó la idea e invitó a México, Colombia, Chile y Panamá para formarla. Todo encajaba. Eran países con gobernantes escorados hacia la derecha, el nuevo nicho ecológico del aprismo alanista, y el propósito abierto era sintonizar entre economías similares y afianzar los vínculos.

La AP nació recién formalmente en el 2012, durante el gobierno de Ollanta Humala, pero García fue su inspirador, el presidente que apostó por ella en buena medida para crear un surco distinto al abierto por la Alternativa Bolivariana de las Américas (ALBA) de Chávez. Es de los mecanismos de integración que más ha funcionado, acaso porque sus miembros no abrigaban distancias ideológicas.

¿Cómo entender a este histórico animal político continental que fue Alan García Pérez? Comenzó, en 1985, colgado del lado izquierdo del péndulo político, cuando pocos lo apoyaban en ese trance; luego viró hacia la derecha, en el 2006, cuando gran parte de la región se iba hacia el otro lado. En cierto modo, fue una suerte de outsider ideológico regional, pero que nunca dejó de ser influyente.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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