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el juez moro ahora everamente cuestionado. FUENTE: AFP

¿Trapos sucios en Lava Jato?

Las revelaciones sobre el juez Moro sacuden la imparcialidad de la investigación sobre este emblemático caso y crean dudas sobre la culpabilidad de Lula.

Publicado: 2019-06-16

¿Todo era riguroso e intachable? ¿Se estaba marcando un hito en la lucha contra la corrupción en América Latina? ¿Sergio Moro era un súper juez que pasaría a la Historia? ¿No había un milímetro de duda sobre su neutralidad? Lo revelado por el portal The Intercept en los últimos días amenaza con sacudir no sólo la credibilidad de este magistrado sino a todo el edificio del caso Lava Jato.

Para sorpresa de muchos y beneplácito de otros, han salido a la luz varias conversaciones entre Moro y el fiscal del caso, Deltan Dallagnol, que sugieren una cuasi estrecha coordinación para que el proceso en contra del ex presidente Luiz Inácio ‘Lula’ da Silva tome un rumbo, sea teledirigido, y termine con su entrada en prisión. Justo cuando iba a candidatear, con fuerza, a la presencia de Brasil.

No sólo eso: incluso cuando Lula ya estaba en la cárcel, luego de un trance que produjo lágrimas, tumultos, festejos y asombro,  el fiscal Dallagnol habría presionado para que no se le hiciera una entrevista, lo que, como han dicho ya algunos colegas, hubiera impulsado la candidatura del más parco Fernando Haddad. En suma, asoma una posible conspiración.

Las consecuencias de esta suerte de ‘Morogate’ pueden ser graves. Para Brasil y para la región, que ya está embarcada en sendas investigaciones sobre los tentáculos de Odebrecht, OAS y otras empresas que, en alianza con Petrobras, habían montado un ‘mecanismo’ (para aludir a la serie de Netflix) corruptísimo. Tambalea nada menos que el faro judicial de esta inédita cruzada.

¿Había señales para dudar de la pulcritud de Moro? Tal vez sí, pero muchos no las quisieron ver. La vez en que ordenó llevar a Lula a una comisaría, como si fuera un ladrón de los suburbios de Sao Paulo, llamó la atención de juristas distantes  del Partido de los Trabajadores (PT), el del ex mandatario. El levantamiento del secreto de unas conversaciones entre este y Dilma Rousseff también.

lula incluso podría salir de prisión. fuente: afp

La poca solidez del caso por el cual el ex obrero metalúrgico fue examinada con calma, en medio del fervor ‘antipetista’ o simplemente porque, quizás, necesitábamos en América Latina creer que los hombres poderosos sí pagan. Tampoco importó el hecho, familiar pero con incidencia pública, de que la esposa de Moro hiciera campaña furibunda, vía las redes sociales, por Jair Bolsonaro.

Si uno junta todas las piezas en un haz, había razones para la sospecha, más allá de que la total inocencia de Lula sea altamente improbable (tiene al menos seis procesos, tal vez más serios del que le costó una condena). Coincidieron en el tiempo esa suerte de dedo judicial furioso apuntando contra el ex presidente, la destitución de Rousseff y, al fin, la emergencia de la ultraderecha.

Una de la parte de la izquierda suele ser a la ‘conspiracionitis’, algo le hace perder credibilidad. Pero en este caso no había que ser un devoto del PT para avistar los signos de algo extraño. Estaban allí, pero se tomaban como pataleos de las fuerzas progresistas continentales. Moro no podía equivocarse, tenía las manos limpias. Buena parte de su actuación, además, fue notable.

Pero los grupos de poder siempre rondan, nunca duermen, están al acecho de la oportunidad que pueda impulsar tácticas y estrategias. Es imposible, al menos de momento, saber si el súper juez ya tenía pensado todo esto o si, en el fragor de su franca batalla anticorrupción, fue seducido por algo “más grande”, Por un destino que, luego de la gran gesta, lo llevaría a cargos de mayor responsabilidad.

Cuando se le vio aceptar el cargo de ministro de Justicia de Bolsonaro, las sospechas volvieron, aunque todavía allí se confiaba en que sería el mismo de siempre, el hombre que Brasil necesitaba para exorcizar la cultura de la coima. Ahora ya es difícil creer eso. Primero, porque a pesar de que ha querido minimizar las consecuencias de sus conversaciones, no ha negado que se produjeron.

Lula, por su parte, asoma hoy como un político resucitado, como una víctima y hasta como un futuro candidato presidencial, tal como declaró en una entrevista para El País de España cuando ya pasaron las elecciones. En ella, adelantó  algunas de las cosas que ahora se están revelando, convencido de que la historia lo absolvería. El viento político, y judicial, comienza a ponerse a su favor.

Bolsonaro, a su vez, luce férreo en su defensa de Moro, pero a la vez golpeado por este creciente escándalo y por las protestas que ya inundan las calles. El candidato inesperado, la gran esperanza ‘antipetista’, pierde fuelle y es inevitable verlo como parte de un engranaje que tenía como objetivo aplastar a su mayor rival, encarcelarlo y ganar. Parece parte de un ‘mecanismo’ a la inversa.

¿Todo esto hace tambalear los procesos en torno al caso Lava Jato abiertos en América Latina, incluyendo el Perú? No debería ocurrir eso, pero ya se sienten ecos interesados en insinuar, o afirmar, que esto demuestra que los fiscales y jueces de acá hicieron lo mismo y también están contaminados. No hay indicios serios de eso, salvo que se piense que el fiscal Rafael Vela es ‘antipetista’.

Las investigaciones deben continuar. Todos los procesos contra Lula, Michel Temer y otros hombres poderosos, del Brasil y de otros países,  no están cerrados Si Moro cae, no se tiene que caer todo el edificio, pues si bien puso los cimientos, sólo él  es responsable de haberse metido a un cuarto a conspirar. La sensualidad del poder es a veces irresistible, y puede hacer pecar al personaje más inimaginable. Y hacer que una leyenda urbana se tenga como artículo de fe.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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