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Gioconda belli en la 24 feria internacional del libro de lima .foto: fil 2019

Cuando hablan la poesía y la rebeldía

Gioconda Belli, la escritora nicaraguense, habla sobre los 40 años de la Revolución Sandinista y de sus severas críticas contra el gobierno de Daniel Ortega

Publicado: 2019-08-03

"Las palabras de los pueblos se parecen a sus montañas y a sus lagos, se parecen a sus árboles, a sus animales", dice un poema de Gioconda Belli, la legendaria poeta nicaragüense que en sus siete décadas de vida mantiene una vitalidad y un encanto notables. Escribe vigorosamente y está en pie de enfrentamiento, verbal y político, contra el gobierno de Daniel Ortega, el otrora revolucionario que hoy desata la represión en su país. En esta conversación, la autora de libros memorables como ‘La mujer habitada’ habla de ese trance, a los 40 años de la Revolución Sandinista, que triunfó en 1979, y también de los raptos revolucionarios de América Latina que han terminado siendo fallidos. Nos recibe en una pequeña sala de la 24 Feria Internacional del Libro, con calidez y dispuesta a decirnos su opinión y contarnos sus sentimientos frente a la tormenta centroamericana… 

En un poema hablas de la pasión y la locura que te provoca tu país, ¿sigues sintiendo eso hoy, a 40 años de la revolución Sandinista y con todo lo que pasa?

Sí, estoy sintiendo más locura que pasión en este momento, y más dolor que otra cosa. Jamás en mi vida habría imaginado que iba a vivir una tiranía que saliera de alguien que también hizo la revolución, y que no fue el gran líder que dicen que fue.

¿Conociste de cerca a Daniel Ortega, no?

No de cerca, pero sí lo conocí. Al que conocí mejor fue a Humberto Ortega, más que a Daniel.

¿Qué diferencia hay entre el Daniel Ortega de ese momento y el de hoy?

Yo creo que el Daniel Ortega de ese momento era una persona más idealista. Pero ambos Ortega siempre fueron inescrupulosos. Incluso me salí de la tendencia en la que ellos estaban por eso, porque eran capaces de cualquier cosa.

¿Qué significaba eso en términos concretos?

Por ejemplo, rodearse de gente sospechosa en términos éticos. Y que eso no les importara porque, en ese momento, las usaban para lo que ellos querían.

También tratar de crear un núcleo de poder inexpugnable, como parece que está ocurriendo ahora.

Sí. Eso pasa con las personas mediocres, que les tienen miedo a las personas que son superiores ¿no? No les gustan quienes les hacen sombra, como decimos en Nicaragua. Luego, se perdería la revolución en las elecciones en el 90.

Cuando Violeta Chamorro gana las elecciones en 1990

Cuando llega Violeta Chamorro, él empieza a usar argumentos mentirosos para descalificar a quienes queríamos cambiar la manera cómo se estaban haciendo las cosas en el Frente Sandinista de Liberación Nacional. Teníamos una crítica a él por haber perdido las elecciones, por la manera en la que se hizo la campaña electoral. Pero también teníamos críticas a su insistencia en usar la violencia callejera. Queríamos modernizar el sandinismo. Ya había caído el muro de Berlín y queríamos una izquierda más progresista, más democrática.

¿Más moderna y posible?

Vimos el daño que habíamos hecho al privatizar muchas empresas, al querer cambiar la manera en que hacían su vida los campesinos. Ese fue uno de los grandes errores que derivó en la guerra contrarrevolucionaria.

También el problema con los indígenas miskitos.

Así es. Todo eso era un problema cultural: no saber entender la cultura de los miskitos, o la cultura campesina, y querer imponer una manera de hacer las cosas. No por maldad, sino porque se pensaba que ésa era la manera correcta.

Como escritora y poeta ¿qué sentías en esos momentos?

Sentía rabia y un deseo de cambiar, de poder intervenir para que no siguiera sucediendo eso, o de denunciar lo que estaba pasando. Pero Ortega usó formas muy poco éticas pata descalificarnos, como decir que nos había comprado la embajada norteamericana, que trabajábamos para la CIA, o que éramos socialdemócratas, que era como una mala palabra.

Me parece haber escuchado eso por estos días en Venezuela.

Esa es la muletilla ¿no? Pero él tenía gran autoridad porque nosotros se la dimos. Era la cara visible de la revolución desde 1984, mientras los otros comandantes de la revolución, que eran un aporte diferente al sandinismo, se fueron diluyendo. Entonces, él se quedó como la cara visible de la revolución.

¿No había otra persona?

Sergio Ramírez, que era el vicepresidente.

Que se salió y terminó formando el Movimiento de Renovación Sandinista.

Así es. Nos salimos del Frente Sandinista Sergio y un grupo grande, y nos fuimos a formar el Movimiento de Renovación Sandinista.

Se nota en tus escritos que te involucras entrañablemente con la revolución, que sientes que hay un cambio social ¿Qué significó ese momento de desilusión?

 Lo que pasa es que soy optimista. Para mí las crisis son oportunidades para crecer, de modo que tampoco me han destruido. Yo siento que una revolución no se hace para el tiempo en que uno vive. Lo pienso cuando veo la Revolución Francesa, y lo pensé mucho ahora que terminé mi novela “Las fiebres de la memoria”. La revolución francesa fue el gran hito histórico, pero mira lo que pasó. 

Fue muy turbulenta.

Así es y luego vinieron el Terror, Napoleón, la Reforma. Volvieron a la monarquía, y tardaron años en volver a la república. Lo que pasa es que uno tiene la expectativa de ver los sueños cumplidos …

 Los cambios ya…

… en el tiempo histórico de uno, y nosotros vivimos poquísimo tiempo.

Cuando se cumplieron los 200 años de la Revolución Francesa, a un historiador chino le preguntaron sobre ella y dijo: “pero si sólo han pasado 200 años”.

Exacto. Mira, esto que ha pasado el último año en Nicaragua para mí es un síntoma de que la gente creció. No está dispuesta a aguantar otra dictadura de 45 años. En el momento en que Daniel Ortega usó la represión, la gente se levantó.

Pareciera que ni él, ni Rosario Murillo, su esposa, descifran lo que ocurre.

Al contrario, lo que están haciendo es meter más represión. Ahorita en Nicaragua estamos en un estado de excepción, donde no tenemos ninguna protección legal, porque él, ellos, lo manejan todo. Te pueden poner drogas, armas. Pueden decidir que te van a capturar, lo hacen y te inventan un cargo.

Un estado de excepción y de decepción, para gran parte de la sociedad.

Sí, por supuesto. Decepción para nosotros, los que vivimos la revolución, pero también para una gran cantidad de gente joven que tuvo ideales. Y que ahora ya no cree más en el sandinismo. Ellos son los que se rebelan.

Este sandinismo de hoy, ¿ya no tiene nada del sandinismo revolucionario?

No, nosotros le decimos Orteguismo. Pero tiene rasgos todavía, porque nosotros éramos una organización militar. No fuimos democráticos, como debimos haberlo sido. Tuvimos una guerra rápido, desatada por los 'contras' (contra revolucionarios financiados por Ronald Reagan)  y fue un tiempo muy duro.

¿Daniel Ortega es un nuevo Somoza y no se ha dado cuenta?

Justo yo tengo un poema que dice: “cuántos tiranos alcanzan en una vida, ¿se reconocerá este en el otro?”. El poema se llama ‘El relevo’.

¿Qué más dice el poema?

Dice hacia el final: “ya no me pregunten si fue en vano la revolución” y luego termina con “se hereda el ardor contra los tiranos”.

¿El pueblo nicaragüense ha heredado ese ardor contra Ortega y Rosario Murillo?

Rosario Murillo es una mujer muy atormentada, voluntariosa, y absolutamente carente de empatía y escrúpulos. Tuvo una actitud tan terrible con su propia hija, cuando esta acusó a Ortega de haber abusado de ella. ¿Qué puede esperar uno de una madre que ni siquiera apoya a su hija? Hizo un pacto para el poder con su esposo. Lo protegió para poder alcanzar una cuota de poder. En cierta manera él depende de ella, y ella es mucho más organizada. Actualmente está dirigiendo la represión. Es una mezcla que saca lo más negativo de las dos personas.

Suele hablar de Dios.

Pero eso es una manipulación religiosa. Ella nunca fue religiosa, ni él tampoco. Ahora, encontraron que esa prédica es efectiva con una parte de la población. Pero es tan exagerada que no logra ser creíble.

Hay alguna parte de la sociedad nicaragüense que aún cree en ellos.

Como un 18%. Se explica porque el sandinismo tuvo, y tiene todavía, una raíz muy fuerte. Aunque ya muchos están desilusionados, porque ése no es el sandinismo por el cual estaban dispuestos a dar la vida incluso. Los que se han quedado son los empleados estatales, a los que no les queda otro remedio que estar ahí; por otro lado, gente que ha sido muy beneficiada, que ha recibido prebendas. Y otra gente que está fanatizada porque el discurso del gobierno, de Murillo y Ortega, incita al odio, a acusarnos de haber dado un golpe financiado por Estados Unidos.

¿Es tiránico?

Sí, y además hay otra cosa triste: Cuba apoya a Nicaragua y Venezuela para montar toda una estructura de información. Yo pienso que eso es bien interesante y triste también, porque está teniendo que aferrarse a nuestros países para no quedarse sola, porque necesita aliados.

En los tiempos aurorales de la Revolución Sandinista tú fuiste a Cuba, te entrenaste ahí, conociste a Fidel Castro. ¿Qué sientes ahora?

Yo quiero mucho a Cuba, a la gente cubana, pero ya llega un momento en que te das cuenta de que estas revoluciones no pueden seguir existiendo si no dan libertad, porque la libertad es esencial para el ser humano.

¿Cómo concebirías una revolución hoy?

Mucho más lenta. Yo pienso que, en América Latina, la idea de que podemos cambiar una sociedad de un día para el otro es utópica. No funciona porque empezamos a crear grandes enemistades, grandes contradicciones. Yo creo que hay que ir trabajando por etapas. La educación es fundamental, es uno de los grandes problemas para mí.

Y también hay nuevos ingredientes, como el feminismo.

El feminismo, la ecología. Nosotros decimos que “la revolución será feminista o no será”, porque ése es un ingrediente fundamental. Mientras no cese la explotación de la mujer, no habrá cambio, porque esa explotación es la semilla de otras explotaciones.

Rosa Montero me decía hace poco que eso hay que entenderlo como una lucha de todos, de hombres y mujeres.

Eso lo decía yo ayer en una de las mesas de esta feria del libro. Es un problema social, no sólo de la mujer. ¿Por qué sólo las mujeres vamos a las marchas? Tienen que ir los hombres, que juegan un papel fundamental en esa lucha.

Qué difícil hacer eso cuando tenemos personajes políticos como Daniel Ortega, Nicolás Maduro, Donald Trump, Jair Bolsonaro.

Yo pienso que ellos están cavando trincheras para defenderse. Es su última trinchera. A mí me parece que así se mueve la historia. Para atrás y para adelante. Yo creo que se están peleando con los avances morales, con la migración, con un montón de problemas de este tiempo

¿Dónde está la luz para salir del túnel de Nicaragua?

La luz está dentro de los nicaragüenses.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

Sobre el mundo, la vida y nuestra especie