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Biden, el renacido

El exvicepresidente de Obama pisa fuerte en la carrera hacia la nominación presidencial demócrata, tras sus  resultados en el Supermartes del 3 de marzo

Publicado: 2020-03-04


Cuando se creía que estaba fulminado, por su escaso apoyo en las primeras primarias; cuando ya se pensaba en otras alternativas para enfrentar el vigor añejo de Bernie Sanders; cuando se calibraba que los millones de Michael Bloomberg podían parar la marea ‘socialista’…De pronto, irrumpe con fuerza Joe Biden, el segundo de a bordo en los dos períodos de Barack Obama.

Al septuagenario ahora vigoroso y renacido hace una semana nadie lo hubiera puesto en el bolo. No había ganado ni en Iowa, ni en Nevada, ni en New Hampshire. Tan sólo el 29 de febrero tuvo un asomo de esperanza en Carolina del Sur, cuando se aupó con un triunfo del 48% frente al 19% de Sanders. Tal vez allí comenzó a voltear la tortilla o al menos a ganar fuerza veterana.

En los días siguientes, renunciaron a su precandidatura Pete Buttigieg, Amy Klobuchar y Tom Steyer. Hace pocas horas lo ha hecho Michael Bloomberg. Todos, menos Steyer, han declarado abiertamente sus sentimientos políticos hacia Biden, mientras siguen en carrera Elizabeth Warren y Tulsi Gabbard, con posibilidades altísimamente reducidas.

¿Qué representan Biden y Sanders? 

El primero es un demócrata digamos tradicional, centrista, con experiencia de poder. Aunque propone mejorar las prestaciones sociales (el sistema de salud, por ejemplo), o volver al Acuerdo de París para no desmarcarse del cambio climático, no es para nada un antisistema. Más bien tiene un estilo ‘obamista’, tendiente a buscar cierto consenso.

Claro que quiere derrotar a Trump y así lo señaló en su fogoso discurso (es un buen orador, eso le pueda ayudar) del martes 3 por la noche, tras sus rotundas victorias en los estados de Texas, Virginia, Carolina del Norte, Massachusetts, Oklahoma, Tennessee, Arkansas, Minnesota y Alabama. En esa misma alocución, dio lo que podría una suerte de guiño a los sanderistas.

“Estados Unidos no es de Wall Street”, dijo (aun cuando Wall Street se entusiasmó con su triunfo), algo que probablemente Hillary Clinton de candidata nunca hubiera dicho. Biden sabe que tiene que jugar hacia el centro, pero no tanto como para parecer demasiado ligado al sistema. Si el “socialismo” está allí es porque mucha gente se cansó del establishment demócrata.

Es un juego de equilibrismo muy difícil, porque Trump ha polarizado tanto la política y la sociedad que mostrarse nebuloso, o concesivo con sus exabruptos puede implicar la pérdida de apoyo o que la gente no vaya a votar. El panorama se complica si, además, los otros pre-candidatos salen a apoyarlo destilando cierto temor a Sanders, casi como si fuera un apestado.

Esa suerte de frente implícito (“todos contra el sanderismo”) pueda calmar el alma de cierta clase media adulta, creyente a pesar de todo en la cohesión de la sociedad norteamericana. Pero puede apagar el fuego juvenil que apoya a Sanders, quien representa no sólo el hartazgo del actual mandatario, sino del sistema; la necesidad de refundar valore y formas de hacer política.

Ni Sanders, ni Warren (la otra candidata ‘progresista’), quieren un ‘socialismo del siglo XXI’, como claman algunos fanáticos. El primero habla de una “revolución política”, mientras que la segunda dice que es “capitalista hasta la médula”. Pero sí quieren controlar los abusos financieros, ofrecer salud universal, reparar a los afroamericanos, luchar contra el cambio climático.

Incluso Steyer, el otro millonario ahora retirado de la contienda, tenía como parte de su menú estas dos últimas propuestas. La diferencia, sustancial, es que los ‘centristas’, piensan que todo debe hacerse gradualmente, no en clave de shock. No harían que el Estado, por citar un asunto crucial, se encargue de la salud universal. Sí ampliarían su alcance, como Obama.

La diferencia entre gradualismo y contundencia es problemática. Porque queda la sensación de que sólo un antisistema venido de la otra orilla ideológica podría enfrentar a un antisistema escorado hacia la derecha extremista, como Trump. Ese es, sin duda, Sanders, que hoy representa una gama de progresismo que va desde su “socialismo democrático” hasta la social democracia.

Porque no sólo ha renacido Biden. A la vez ha renacido en Estados Unidos una cierta simpatía, e incluso adhesión, a movimientos ubicados a la izquierda del espectro político, como sostiene el historiador Patrick Iber en la revista Nueva Sociedad. Al final, a pesar del anticomunismo norteamericano, que a veces es delirante, esas voces ‘progresistas’ nunca se apagaron totalmente.

En los tiempos de Franklin D. Roosevelt, recuerda Iber, circulaban ideas similares a las de Sanders, como la ampliación de la seguridad social. Y Lyndon Johnson tuvo que recoger las demandas de las minorías -la afroamericana en especial- por la igualdad. No es un pecado, en suma, hablar de estos temas en el país más rico del mundo, pero depende de que atmósfera política predomine.

Estamos en tiempos del Tea Party, de la ultraderecha cristiana, del presidente que insulta a los inmigrantes. No son tiempos de diálogo y concertación. La pregunta que van a tener que hacerse los demócratas, o quienes los apoyan, es si ese aire turbado se puede disipar con llamados al consenso, o con asumir que el antagonismo político es normal y que no destruye el pluralismo.

Biden es una suerte de Obama blanco, católico, y bastante mayor. Ya intentó lanzarse antes a la presidencia (1997 y 2008), por lo que ganas tiene de llegar. Sanders, en cambio, no es del Partido Demócrata, y aunque también está en la tercera edad enciende más a otras edades. Las próximas citas en las urnas dirán quién es el elegido que puede hacer que el Partido Demócrata también renazca.


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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