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El laberinto político libanés

¿Por qué la monstruosa explosión en Beirut y la dimisión del gobierno no son hechos aislados sino un eslabón más en la tormentosa historia de este país?

Publicado: 2020-08-12

El gobierno del país del cedro, conducido por el primer ministro Hassan Diab, ha dimitido por completo hace un par de días, como si se derrumbara por la onda expansiva de la monstruosa explosión que destrozó Beirut el pasado martes 4 de agosto. Como si pusiera en escena, una vez más, el interminable drama político y social que se vive en esa nación de naciones y tensiones. 

Sólo para que se tenga una idea de qué pasa a nivel político, en este territorio que hasta 1943 estuvo bajo control francés, apenas el 29 octubre del año pasado dimitió otro primer ministro, Saad Hariri, debido a las furiosas protestas por el caos económico reinante. Hariri había asumido el cargo el 18 de diciembre del 2016, pero el 4 de noviembre del 2017 renunció por primera vez.

Lo hizo desde Arabia Saudí, tras denunciar un intento de asesinato. Casi un mes después, sin embargo, el 5 de diciembre, retiró su renuncia y volvió al cargo, para en octubre sí renunciar en verdad. En dicha crisis, el presidente francés Emanuel Macron tuvo que intervenir para que el hecho no se volviera una bola de fuego regional. En el mismo Líbano, hasta se dijo que Hariri estaba preso en Riad.

Doce años antes, el 14 de febrero del 2005, su padre Rafik Hariri fue asesinado en un atentado en las calles de Beirut cometido al paso de su comitiva, que produjo una brutal explosión (otra) que causó 22 muertos, incluyéndolo a él. El papá Hariri había sido primer ministro entre 1992 y 1998, y luego entre el 2000 y el 2004. Su hijo, Saad, lo había sido antes del 2009 al 2011.

Los Hariri son suníes, una minoría musulmana del Líbano (pero mayoritaria en el Islam), que según la Constitución debe siempre poner al Primer Ministro. El presidente del país, por su parte, debe ser cristiano de cualquier denominación (la mayoría es maronita); mientras que el presidente del Parlamento, debe ser chií (la corriente minoritariamente del Islam). Este reparto ha causado hartos problemas.

El asesinato de Hariri padre, por ejemplo, es atribuido al partido chií Hezbolá ('El Partido de Dios'), que es pro-sirio y que incluso ha mandado combatientes a apoyar al presidente Bachir al Assad. Como se habla mucho de ellos en el Perú, conviene aclarar algo: en el Líbano, Hezbolá es un grupo que tiene reconocimiento social y es parte del sistema. No es visto como un comando terrorista.

Tiene incluso una fuerte pr esencia en las esferas de poder,ha formado parte de coaliciones y hasta apoyó a Hassan Diab, el Primer Ministro hoy renunciante . Dado que en este país se forma gobierno tras el resultado de las elecciones legislativas (el Parlamento elige al presidente y ambos al Primer Ministro), no es difícil que tenga tanta influencia política.

¿Por qué Hezbolá habría atentado contra Rafik Hariri? Porque al clan Hariri se le tiene como pro-Arabia Saudita, debido a su filiación suní. Ese cable, además, conduce a otro escenario más grande y laberíntico. Irán, que tiene un gobierno chií, apoya a Hezbola desde su nacimiento en 1982 (en el contexto de la invasión israelí al Líbano), de manera decidida y sin rubor.

El país ahora asolado por la explosión, y con estallidos de furia en las calles, es el turbulento escenario del enfrentamiento entre dos potencias regionales: el Irán chií y la Arabia Saudita suní. Peor aún: si se junta el cable sirio, donde la guerra civil no termina de terminar, se comenzará a atisbar porque lo que ocurre en el otrora paraíso financiero de Oriente Medio es central.

Tan grande es el eco de la guerra civil siria en el Líbano que actualmente viven allí más un millón y medio de refugiados sirios y cerca de 400 mil palestinos (sobre una población de seis millones). Más datos asombrosos: debido a la guerra civil que asoló al país entre 1975 y 1990, las tropas del ejército sirio permanecieron en Beirut y otras ciudades por 29 años (1976-2005).

Por si fuera poco, el Líbano no tiene relaciones diplomáticas con Israel, debido justamente a la presencia e influencia de Hezbolá, que es un enemigo jurado de Israel. A lo largo de los años, los comandos chiíes han atacado a ese país, han secuestrado a sus soldados y han protagonizado con las tropas hebreas continuos enfrentamientos. Uno de ellos, fortísimo, estalló en el 2006.

De allí que luego de la dantesca explosión haya flotado la hipótesis de que fue un atentado israelí, algo que no parece tener asidero porque todos los indicios apuntan a que fueron numerosas toneladas de descuido para con las 2.750 toneladas de nitrato de amonio. Que sólo estaban esperando una chispa accidental para provocar la hecatombe que ha asolado Beirut.

Por si esto no bastara, el caos económico y social en el Líbano es tristemente paradigmático. Lo que hizo dimitir al Hariri hijo en octubre pasado fue el cansancio de la población frente al 10% de los libaneses se lleve al menos el 55% de la riqueza, o el tener el penoso puesto No.138, sobre 180, en la lista de los países más corruptos elaborada por Transparencia Internacional en el 2019

También un desempleo que según algunas fuentes llegaría al 25%, una deuda pública de 76,000 millones de euros y una inflación que en los últimos que llegó a bordear el 60%. En suma, el viejo y cansado truco de que hay crecimiento pero acumulado en las manos de unos pocos, entre ellos los Hariri, que incluso figuran en la lista de los más ricos entre los ricos de la revista Forbes

Cuando en marzo llegó la pandemia, las protestas no se detuvieron porque para los ciudadanos toda la clase política ha naufragado. No les ha importado salir porque su vida diaria ya no da más, con virus o sin virus, y porque consideran a sus líderes parte de un mafia incurable. “El pueblo debe hacerse con las instituciones estatales”, clamaba uno de los manifestantes.

Los más de 160 muertos y 6000 heridos, fuera de los numerosos desaparecidos, colmaron el vaso, o lo derramaron ya sin remedio, y por eso el gobierno completo tuvo que dimitir. ¿Qué pasará ahora? Es una incógnita que será difícil de resolver. Al adelantarse las elecciones, probablemente volverán a participar los mismos, los de siempre, los que nunca se van.

Para un país acostumbrado a vivir entre bombas, en estado de guerra civil casi permanente, tal vez sea este sea un eslabón más de una cadena interminable de sufrimiento. Quizás la terrible explosión no sea aún lo peor Aunque hay una pequeña luz en medio del humo: flota la propuesta de que el reparto del poder no sea por cuotas religiosas o étnicas, sino por meritocracia.

Sólo eso podría implicar una pequeña revolución, aunque muy difícil de implantar en un país cruzado de tensiones y resentimientos. Hezbolá no lo aceptaría. Tampoco las élites suníes, a quienes se les atribuye ser uno de los símbolos de la plutocracia (no son los únicos). O los cristianos de distintas vertientes, que verían perder una cuota de poder que siempre han tenido. Y así sucesivamente…

En agosto del 2001, este columnista vio al brazo armado del grupo chií, con sus clásicas banderas amarillas, plantado en la frontera israelí-libanesa, en lugar del ejército libanés. Al fondo, entre brumas se veía Beirut, mirando al mar. Cerca estaban los Altos del Golán, una frontera disputada por Siria e Israel. Y en el cielo parecía haber un aire de desesperanza…


Escrito por

Ramiro Escobar

Periodista. Especializado en temas internacionales y ambientales.


Publicado en

Kaleidospropio

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